El Espíritu Santo

Dijo Jesús: “Si me amáis, guardad mis mandamientos, y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que este con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros.” (Juan 14:15-17) Jesús manifestó, con toda claridad, que vendría otro Consolador para reconfortar a Su pueblo luego de Su partida.

Primeramente, leamos un versículo diferente, donde también se emplea el término otro. “Entonces el Espíritu de Jehová vendrá sobre ti con poder, y profetizarás con ellos, y serás mudado en otro hombre…Aconteció luego, al volver él la espalda para apartarse de Samuel, le mudó Dios su corazón; y todas estas señales acontecieron en aquel día.” (1 Sam. 10:6-9) Saul se convirtió en otro hombre, aún cuando físicamente era la misma persona, la experiencia
lo hizo ser otro hombre.

Jesús no concluyó su conversación en el versículo 17 de Juan 14. En el versículo inmediato siguiente, dice: “No os dejaré huérfanos, vendré a vosotros.” (Juan 14:18) Jesús dijo a Sus discípulos que vendría como otro Consolador. Esto es bien entendible, puesto que la Escritúra nos dice quien es ese Consolador. El término griego  (parakletos) traducido como “Consolador,” se emplea cinco veces en la Biblia. En cuatro oportunidades el término se traduce como “Consolador,” y la quinta vez como “abogado.” “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis: y si
alguno hubiere pecado, abogado (parakletos = Consolador) tiene para con el Padre, a Jesucristo el justo.” (1 Juan 2:1) Dios, claramente ha revelado que Jesucristo es nuestro Consolador.

El Señor es ese Espíritu

Espere un momento, ¿no dice la Biblia que el Consolador es el Espíritu Santo? (Vea Juan 14:26). Ciertamente es así.
¿Quién es el Espíritu Santo? La inspiración declara: “Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.” (2 Cor. 3:17) El Señor es ese Espíritu, sin embargo, ¿quién es el Señor?

“Para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas y vosotros en él; y un Señor Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de él.” (1 Cor. 8:6) Esto lo podríamos explicar mediante una serie de fórmulas matemáticas.

Jesucristo = el Señor.
El Señor = ese Espíritu
Por lo tanto, por carácter transitivo,
Jesucristo = ese Espíritu.
Efesios 4:4 nos dice que, “hay un cuerpo y un Espíritu.” Sólo hay un Espíritu y la Biblia nos informa que ese Espíritu es nuestro Señor Jesucristo, o más específicamente el Espíritu de nuestro Señor Jesucristo, que lo recibió de Su Padre. “Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de Su Hijo el cual clama: ¡Abba, Padre!” (Gal. 4:6)

¿Qué exactamente es un Espíritu? De acuerdo con la concordancia de Strong, junto con muchos otros de origen griego, un espíritu es una “mente.” Cuando Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de Su Hijo, enviaba a nuestros corazones la mente o el pensar de Su Hijo. Dios nos pide que: “Haya, pues, en vosotros esta misma mente que había también en Cristo Jesús.” (Fil. 2:5) La mente o el Espíritu que tuvo Cristo, era el Espíritu de Su Padre. “Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla, pues Dios no da el Espíritu por medida.” (Juan 3:34) Estudiemos lo que la Biblia tiene que decir acerca de un espíritu.

El concepto bíblico de “Espíritu”

“Y conociendo luego Jesús en su espíritu que convenían de esta manera, les dijo: ¿Porqué cavilan así en vuestros corazones?” (Mar. 2:8) Jesús percibió [griego, “conocer, es decir, comprender”] en su Espíritu. El Espíritu de Jesús es donde él conocía y comprendía las cosas. El Espíritu de Jesús es la mente de Jesús.

“Y vino sobre mí el Espíritu [hebreo, ruwach] de Jehová, y me dijo: Dí: Así ha dicho Jehová: Así habéis hablado, oh casa de Israel, y las cosas que suben a vuestra mente [ruwach], yo las he entendido” (Eze. 11:5) En este texto, ruwach ha sido traducido como “espíritu” en un lugar, y como “mente” en otro. Se puede ver claramente, que el espíritu de un individuo es la mente o pensamiento de ese individuo. (Ver además Isa. 40:13 y Rom 11:34)

“¿A quién has anunciado palabras, Y de quién es el Espíritu que de él procede?” (Job 26:4) Cuando anunciamos o pronunciamos palabras, estamos revelando de que Espíritu proceden. Tenemos el espíritu del mundo, o el Espíritu de Dios, el cual es el Espíritu Santo. “Y no contristéis el Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.” (Efe. 4:30)

Mucha gente sostiene que “el Espíritu Santo” y el “Espíritu de Dios” son dos cosas diferentes. Como se puede apreciar del versículo anterior, este no es el caso. La Biblia habla del “Espíritu Santo de Dios.” Dios Padre tiene Espíritu: “Porque no sois vosotros los que hablan, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros.” (Mat. 10:20) Jesucristo tiene espíritu: “Porque sé que esto se me tornará a salud, por vuestra oración, y por la suministración del Espíritu de Jesucristo.” (Fil. 1:19) El Espíritu Santo, ¿tiene Espíritu? Algunos dicen que si, en tanto otros dicen que no. ¿Qué dice la Escritura? “El Espíritu Santo de Dios.” (Efe. 4:30) En ninguna parte de la
Biblia se encuentra que diga “el Espíritu del Espíritu Santo.” ¿Porqué es así? ¿Será porque el Espíritu Santo es el Espíritu de Dios Padre y de Su unigénito Hijo? Como claramente establece la Escritura, el Padre tiene un Espíritu, y Su Hijo tiene un Espíritu, no obstante “hay un sólo Espíritu.” Evidentemente el Padre y Su Hijo comparten el mismo Espíritu en tanto son dos personas distintas. Esto es verdad, pues comparten un mismo pensar, un mismo objetivo,
un mismo propósito.

El Padre ungió a Su Hijo con su propio Espíritu. De allí que comparten el mismo Espíritu. “Has amado la justicia, y aborrecido la maldad, por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría mas que a tus compañeros.” (Heb. 1:9) “Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habló; pues Dios no da el Espíritu por medida.” (Juan 3:34) Como se ha demostrado claramente, el Padre y el Hijo comparten un Espíritu. ¿Qué clase de Espíritu comparten?
Con seguridad es el Santo Espíritu. La Biblia menciona diversos tipos de Espíritu. Leemos acerca de “espíritu impuro,” “espíritu de iniquidad,” “espíritu inmundo,” “espíritu mudo,” “espíritu excelente,” “espíritu humilde,” “espíritu herido,” “espíritu quebrantado,” “buen espíritu.” Todos estos espíritus se designan mediante un adjetivo que los describe. Sabemos que Dios Padre tiene un Espíritu, y puede ese Espíritu ¿ser algo menos que Santo? El término “Santo” es un adjetivo. “Santo Espíritu” no es un nombre propio, sino la descripción del Espíritu de Dios. Sabemos que Dios Padre tiene un nombre propio, que es “YHWH” conocido como Yahweh o Jehová, y el nombre propio de Su único unigénito Hijo es “Yahshua” o “Jesús.” Cabe preguntar, ¿cual es el nombre propio del Espíritu Santo?

Nuestro Consolador

El tiempo y el espacio nos impiden abundar en detalle, pero el punto es, ¿quién es nuestro Consolador? La Biblia dice que nuestro Consolador es Jesucristo, quien nos puede confortar en todas nuestras tentaciones, pues él fue tentado en todo como tu y yo. “Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados.” (Heb. 2:18) Es “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria.” (Col. 1:27) “Porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo.” (1 Juan 4:4) Porque Jesús sufrió al ser tentado, y se allega a nosotros de modo diferente como lo hizo anteriormente. Ciertamente puede denominarse “otro Consolador.” Jesús dijo: “No los dejaré desamparados, vendré a vosotros.”

El Espíritu Santo habrá de venir y convencer al mundo de pecado. “Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio.” (Juan 16:8) “A vosotros primeramente, Dios, habiendo levantado a Su Hijo, lo envió para que os bendijese, a fin de que cada uno se convierta de su maldad.” (Hech. 3:26) Es Jesús, luego de Su resurrección, quien se allega a nosotros para que volvamos del pecado. ¿Preferiría tener un Consolador que sabe por lo que atraviesa porque lo ha sufrido él mismo, o uno que no puede empatizar con usted?
Algunos podrían decir: “Jesús se refirió al Consolador como ‘él’, por lo tanto, debe ser otro.” No era inusual en los días de Jesús, hablar de uno mismo en tercera persona. En el Nuevo Testamento, encontramos este estilo de expresión. “Respondió entonces Jesús y les dijo: De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí
mismo, sino lo que él ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente. Porque el Padre ama al Hijo, y le muestra todas las cosas que él hace; y mayores obras que estas le mostraré, de modo que vosotros os maravilléis. Porque como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo a
los que él quiere da vida. Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo.” (Juan 5:19-22) Jesús habló de sí mismo en tercera persona.

Salutaciones epistolares

Quince de los veintisiete libros del Nuevo Testamento, comienzan con una salutación similar al siguiente: “Sea con vosotros gracia, misericordia y paz, de Dios Padre y del Señor Jesucristo, Hijo del Padre, en verdad y en amor.” (2 Juan 3) Ninguna de todas las salutaciones, hacen mención a un tercer ser. Sólo se mencionan dos, el Padre y Su Hijo. De cierto que si hubiera otro tercer ser quen debía ser igualmente adorado, los autores del Nuevo Testamento lo hubieran incluido en estas salutaciones, pero no fue así. Jesús nos aclara con quien debemos tener relación.

Juan dice, “Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengais comunión con nosotros; y nuestra comunión es verdaderamente con el Padre, y con Su Hijo Jesucristo.” (1 Juan 1:3) Ciertamente, si Juan hubiera tenido conocimiento de un tercer Dios, habría deseado que también tengamos comunión con él, pero no se hace mención de otro ser. Juan declara además: “Cualquiera que se extravía y no persevera en la doctrina de
Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ese si tiene al Padre y al Hijo.” (2 Juan 9) Esto concuerda con lo dicho por Zacarías. “Y le hablarás diciendo: Así ha hablado Jehová de los ejércitos, diciendo: El varón cuyo nombre es el RENUEVO, el cual brotará de sus raíces, y edificará el templo de Jehová, y él llevará gloria, y se sentará y dominará en su trono, y habrá sacerdote a su lado, y consejo de paz habrá entre ambos.” (Zac. 6:12, 13)

En conversación con los judíos, Jesús dijo: “Y en vuestra ley esta escrito que el testimonio de dos hombres es verdadero. Yo soy el que doy testimonio de mi mismo, y el Padre que me envió da testimonio de mi.” (Juan 8:17, 18) Si otro ser pudiera dar testimonio en su favor, Jesús lo habría incluido.

Pablo declara: “Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, y de Sus ángeles escogidos.” (1 Tim. 5:21) Pablo mencionó a los ángeles celestiales para testimoniar por el cargo dado a Timoteo. Hay que tener presente a quien llamó Pablo como testigo por él. Dios el Padre y el Señor Jesucristo son los primeros nombrados, pero Pablo no se detuvo allí. Nombró los ángeles de Dios también como testigos. Ciertamente si Pablo hubiese sabido de la existencia de un tercer ser, coigual con el Padre y Su Hijo, lo hubiera nombrado en éste versículo. Sin embargo, no hay indicio
alguno de otro ser, lo que constituye clara evidencia que Pablo nada sabía acerca de un tercer dios.

La Escritura demuestra claramente que “hay un sólo Dios y Padre” y “un Señor Jesucristo.” (1 Cor. 8:6) y no un panteón de dioses formando la deidad.

La tema que estamos discutiendo es de importancia vital. Por favor toma el tiempo de examinarlo en mucho detalla. La única manera que un juez puede hacer un decisión justo es por examinar y pesar toda la evidencia. Les exhorto mucho que examinan toda la evidencia antes de hacer una decisión. “Al que responde antes de oír, le es insensatez y deshonra.” (Proverbios 18:13)