Dando Respuesta a las Objeciones

Por Lynnford Beachy

Traducción Henry Méndez

“El corazón del justo piensa para responder; más la boca de los impíos derrama malas cosas” (Proverbios 15:28).

“Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que traza bien la palabra de verdad” (2 Timoteo 2:15).

“El que responde palabra antes de oír, le es necedad y vergüenza” (Proverbios 18:13).

Dando Respuesta a las Objeciones fue escrito por Lynnford Beachy y publicado por el Ministerio La Verdad Presente.

Primera impresión, Octubre 2012.

Este libro es complementario con nuestro libro, Entendiendo la Personalidad de Dios.

Para más información, o para obtener estudios bíblicos gratuitos sobre este u otros muchos temas, por favor contacte a:

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Introducción

El presente libro va acompañado de otra obra titulada, Comprendiendo la Personalidad de Dios. En ese libro examinamos lo que dice la Biblia acerca de Dios, su Hijo y el Espíritu Santo, así como la muerte de Cristo. Hemos visto que la doctrina de la trinidad (la idea de que Dios está compuesto por tres personas) no es compatible con la evidencia bíblica. Existen, sin embargo,  versículos de la Biblia que se utilizan, a menudo, para apoyar la idea de la trinidad. En nuestros estudios hemos examinado algunos de estos versos, pero hay varios más. En este libro nos gustaría examinar todos aquellos que se utilizan, con mayor frecuencia, para apoyar la trinidad y ver si realmente dicen lo que los trinitarios nos quieren hacer creer.

Hace algún tiempo vi un vídeo que mostraba a un hombre con la tarea desafortunada y difícil de tratar de probar la trinidad en la Biblia. Este hombre dijo: “Si todo lo que tuvieras fuera el Antiguo Testamento, tendría que ser sincero y reconocer que no terminarías el estudio de sus libros, con la idea de la trinidad”. Él dijo que todo lo que se tiene son “insinuaciones” y “sugerencias” relativas a la pluralidad de Dios (David Asscherick, serie de videos titulado, “El Dios desconocido”, parte 2 de 5).

Si la Trinidad es en realidad una doctrina verdadera, esto sería, entonces, una declaración sorprendente. Esto significaría que todos los grandes hombres del Antiguo Testamento vivieron y murieron sin ningún conocimiento de que Dios estaba compuesto por tres personas. La lista de los hombres incluiría al rey David, a quien Dios dijo que era “un hombre conforme a su corazón” (1 Samuel 13:14). Incluiría a Daniel, quien fue arrojado al foso de los leones y se salvó milagrosamente; así como Moisés, “quien haya conocido a Jehová cara a cara” (Deuteronomio 34:10). Esta lista también incluiría a Enoc, quien “fue traspuesto para no ver la muerte” (Hebreos 11:5). La lista incluiría también a Elías, que fue tomada por “un carro de fuego” y “subió al cielo por un torbellino” (2 Reyes 2:11). No hay indicios de que alguno de estos hombres pensara que Dios es una trinidad.

Si estos hombres pudieron vivir como vivían, e incluso ser trasladados al cielo sin ver la muerte, a pesar de que no creían en la Trinidad, ¿cómo es que esta doctrina se ha convertido en una “vaca sagrada” entre los cristianos? Esta teoría se ha vuelto tan venerada que hace unos días un hombre me dijo: “Tratar de entender la trinidad le hará perder la cabeza, pero negarla te hará perder su alma.” Muchas personas creen realmente que si usted no cree en la trinidad irás al infierno. El registro bíblico demuestra, sin embargo, que los tres hombres que conocemos que fueron trasladados al cielo (Enoc, Elías y Moisés – Génesis 5:24; Hebreos 11:5; 2 Reyes 2:11; Lucas 9: 28-30; Judas 1:9) fueron todos Anti-trinitarios.

La confesión de que el Antiguo Testamento no contiene la doctrina de la trinidad no se limita a éste predicador. Estos son algunos ejemplos de lo que muchos autores dicen acerca de la trinidad en la Biblia.

“Una lectura cuidadosa del Antiguo Testamento no muestra ninguna indicación de la trinidad…” (Una introducción a la Fe Cristiana, Oxford, England: Lynx Communications, 1992).

“El Antiguo Testamento no enseña clara y directamente la doctrina de La Trinidad…” (Myer Pearlman, Conociendo las Doctrinas de la Biblia, Missouri, USA: Gospel Publishing House, 1981).

“La doctrina de la Santísima Trinidad no se enseña en el Antiguo Testamento” (Nueva Enciclopedia Católica, p. 306).

“Porque en ninguna parte del Antiguo Testamento encontramos alguna indicación clara de una tercera persona. Se menciona, a menudo, el Espíritu del Señor, pero no hay nada para mostrar que el Espíritu era visto como algo distinto de Yahvé Mismo “(George Joyce, “La Bendita Trinidad,” La Enciclopedia Católica, Vol. 15, New York: Robert Appleton Company, 1912. Online at www.newadvent.org/cathen/15047a.htm).

“Los exegetas y teólogos actuales están de acuerdo en que la Biblia hebrea [Antiguo Testamento] no contiene una doctrina sobre la Trinidad, a pesar de que en el pasado era una costumbre dogmática citar textos como Génesis 1:26, “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza” (Ver también Génesis 3:22; 11:7; Isaías 6:23.) como prueba de la pluralidad en Dios. A pesar de que la Biblia hebrea describe a Dios como el padre de Israel y emplea personificaciones de Dios tales como Palabra (dabar), Espíritu (ruah), sabiduría (Jojmá) y Presencia (shekhinah), sería ir más allá de la intención y el espíritu del viejo Testamento, correlacionar estas nociones con la doctrina trinitaria que aparecería posteriormente” (Mircea Eliade, “Trinidad,” La Enciclopedia de Religión, Vol. 15, p. 53-57).

No sólo la mayoría de los teólogos están de acuerdo en que el Antiguo Testamento no contiene la doctrina de la trinidad, sino que además muchos admiten que el Nuevo Testamento también la omite. La Enciclopedia de Religión continúa: “Además, exegetas y teólogos están de acuerdo en que el Nuevo Testamento tampoco contiene una doctrina explícita de la Trinidad. Dios el Padre es la fuente de todo lo que existe (Pantokrator) y también el padre de Jesucristo; “Padre” no es un título para la primera persona de la Trinidad, sino un sinónimo de Dios. Antiguas fórmulas litúrgicas y credos hablan de Dios como “Padre de nuestro Señor Jesucristo ‘…” (Ibid.)

“Trinidad, en la doctrina cristiana, la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo como tres personas en un Dios. Ni la palabra Trinidad ni la doctrina explícita aparecen en el Nuevo Testamento, ni Jesús ni sus seguidores intentaron contradecir el Shema en las Escrituras Hebreas: “Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios, Jehová uno es” (Deuteronomio 6:4). “(Enciclopedia Británica Online, artículo: “Trinidad,” Online at, www.britannica.com/EBchecked/topic/ 605512/Trinity.)

“La doctrina de la Trinidad no se encuentra en la Biblia” (Prof. Shirley C. Guthrie Jr., Doctrina Cristiana, p. 80).

Existe una multitud de citas de muchos teólogos que indican que tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento no contienen una doctrina explícita de la trinidad. Esta doctrina, en cambio, entró en la corriente principal del Cristianismo muchos años después de que la Biblia fue escrita. La Iglesia Católica afirma, “El misterio de la Trinidad es la doctrina central de la fe católica. Sobre ella se basan todas las otras enseñanzas de la Iglesia. La Iglesia estudió este misterio con gran cuidado y, después de cuatro siglos de clarificación, decidió declarar la doctrina de esta manera: en la unidad de la Divinidad hay tres personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo “(Manual para los Católicos de hoy, p. 11).

“La Iglesia comenzó a formular su doctrina de la Trinidad en el siglo IV” (Louis Berkhof, Teología Sistemática, Eerdmans Publishing, 1996, p. 82).

“La Biblia no enseña la doctrina de la Trinidad. Ni la palabra “trinidad”, ni lenguaje tal como “uno en tres”, “tres en uno”, una “esencia” (o “sustancia”), ni tres ‘personas’ son lenguaje bíblico. El lenguaje de la doctrina es el lenguaje de la antigua iglesia tomada de la filosofía griega clásica” (Prof. Shirley C. Guthrie Jr., Doctrina Cristiana, p. 76-77).

“Pero muchas doctrinas son aceptadas por los evangélicos como si se enseñaran claramente en la Escritura aun cuando no hay textos de prueba. La doctrina de la Trinidad proporciona el mejor ejemplo de esto. Es justo decir que la Biblia no enseña claramente la doctrina de la Trinidad. De hecho, no hay ni siquiera un texto de prueba, si por texto de prueba nos referimos a un versículo o pasaje que ‘claramente’ afirme que hay un solo Dios que existe en tres personas” (Prof. Charles C. Ryrie, Teología Básica, p. 89).

Tenga en cuenta que todos los autores de las citas anteriores creen en la Trinidad, pero se ven obligados a admitir que ésta no se enseña en la Biblia. Nos gustaría examinar los textos utilizados para apoyar la trinidad y ver en realidad lo que enseña cada uno. Al estudiar estos versículos, analicemos cada uno de ellos tratando de averiguar lo que realmente dicen más que ver si somos capaces de adaptarlos a nuestras opiniones. Asegúrese de que usted comprenda esta distinción. Mucha gente abre la Biblia en busca de probar una idea preconcebida. Esto es, sin embargo, una manera peligrosa de acercarnos a la Biblia. Dios quiere que nos acerquemos a Él en busca de sabiduría y conocimiento (Santiago 1:5), y Su revelación más completa de estas cosas se encuentra en la Biblia. Si queremos saber lo que Dios dice acerca de sí mismo, no podemos venir a Él con nuestras ideas preconcebidas y tratar de meter esas ideas en la Biblia. Por el contrario tenemos que preguntarnos “¿Qué quiere decirme Dios en los versos que leo en la Biblia? ¿Qué quieren decir los textos realmente? “Con esto en mente, leamos los supuestos” textos de prueba “para la trinidad.

 

El Viejo Testamento

Génesis 1:1, 26 y Elohim

La Biblia comienza diciendo: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra. … Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y sobre todo reptil que se arrastra sobre la tierra” (Génesis 1: 1; 26).

Algunas personas suponen que podemos encontrar la doctrina de la Trinidad en estos textos. Ellos hacen esta afirmación porque la palabra hebrea elohim, que fue traducida “Dios” es plural, y creen que los pronombres plurales en Génesis 1:26 apoyan la doctrina de la Trinidad también.

La palabra hebrea Elohim es plural, pero nunca indica pluralidad cuando se refiere al Dios verdadero. Cada vez que Elohim se usa refiriéndose al verdadero Dios tiene un significado singular. El Léxico Hebreo Gesenius lo llama “el plural de majestad” y Léxico Hebreo Brown-Driver-Briggs dice que cuando Elohim se refiere al Dios verdadero es para indicar “plural intensivo” con un “significado singular.”

Por otra parte, la palabra Elohim se usa en la Biblia en textos donde no podría estar refiriéndose a un ser plural. Por ejemplo, “Y Jehová dijo a Moisés: Mira, yo te he constituido dios [elohim] para Faraón, y tu hermano Aarón será tu profeta” (Éxodo 7:1). ¿Estaba Dios diciendo que Él iba a convertir a Moisés en una trinidad? ¡Obviamente que no! Dios no nos quería hacer creer que Moisés es un ser plural aunque Él usó la palabra plural elohim para describirlo. Para ver otros ejemplos leer Éxodo 4:16; 1 Samuel 5: 7; 1 Reyes 11: 5, 33; 18:27, etc.

Como evidencia indiscutible de que Elohim posee un significado singular para referirse al Dios verdadero, por favor considere esto: siempre que los escritores del Nuevo Testamento citaban textos del Antiguo Testamento que contenían la palabra elohim, ellos usaban el término griego singular theos para designar al Dios verdadero. Este también es el caso de la traducción griega del Antiguo Testamento llamada la Septuaginta, que fue traducida unos 200 años antes de que Cristo viniese a la tierra. Esto demuestra, sin sombra de duda, que Elohim tiene un significado singular para referirse al Dios verdadero. Tenga en cuenta que todos estos traductores y autores estaban muy familiarizados con el idioma hebreo del Antiguo Testamento. Si elohim realmente indica una pluralidad en el verdadero Dios, entonces los escritores del Nuevo Testamento y los traductores de la Septuaginta habrían utilizado la forma plural de theos (θεοι, θεοις o θεους) cuando se habla de Dios. En su lugar, utilizan el singular cada vez, a pesar de que a menudo utilizan la forma plural en el Antiguo Testamento y ocho veces en el Nuevo Testamento para referirse a los hombres o dioses falsos. (Puede leer estos textos por sí mismo en Juan 10:34, y 35; Hechos 7:40; 14:11; y 19:26; 1 Corintios 8:5; y Gálatas 4:8). Esto demuestra que los escritores del Nuevo Testamento y los traductores de la Septuaginta no reconocieron un significado plural en la palabra elohim cuando se refiere al Dios verdadero. Es imprudente para cualquier teólogo de la actualidad pensar que saben más acerca de una antigua palabra hebrea que los antiguos hebreos que vivieron en la época en que la Biblia fue escrita y traducida por primera vez a otro idioma.

En cuanto a los pronombres plurales en Génesis 1:26, los pronombres son plurales en el original hebreo, lo que obligó a ser traducido, “dijo Dios: Hagamos al hombre a NUESTRA imagen, conforme a NUESTRA semejanza.” Los que afirman que este versículo enseña una trinidad, señalan que Elohim es plural y los pronombres son plurales y que por lo tanto, tiene que haber una pluralidad en Dios. Si aceptamos esta explicación entonces tendríamos que traducir el texto así, “y los dioses dijeron: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”. Esta traducción tergiversaría el verdadero significado de Elohim, y por lo tanto tendríamos dos o más Dioses hablando al unísono, diciendo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen.” ¿Es esto lo que Dios está tratando de decirnos? ¿Acaso había varios dioses creando al hombre, o estaba allí sólo un Dios?

Los que promueven la idea de que Dios dijo: “Hagamos al hombre,” se encuentran con un gran problema en el siguiente versículo ya que de repente los pronombres cambian al singular tanto en hebreo y en inglés, mientras que el plural elohim todavía es utilizado. ¿Por qué hubo un cambio? El siguiente versículo dice: ” “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Génesis 1:27). Si se espera que creamos que los Dioses están hablando en el versículo 26, para ser coherentes debemos creer que el versículo 27 también hace referencia a Dioses, pero en lugar de pronombres plurales la Biblia cambia a pronombres en singular como si se refiriera a una sola persona.

Ahora, hay una explicación muy simple para esto. El uso de los pronombres plurales después de un sustantivo singular no indica que el sustantivo singular realmente debería ser plural. Por ejemplo, supongamos que el presidente dijo al fiscal general, “Hagamos una ley.” Esto no indicaría que hay dos presidentes sólo por el hecho de que él utilizó un pronombre plural. El plural se aplica a los dos que van a participar en la formulación de la ley y no al presidente. De la misma manera, el “nosotros” y “nuestro” en Génesis 1:26 se aplica a los Dos que estaban involucrados en la creación del mundo en lugar del uno que estaba hablando.

La Biblia dice: “Dios… creó todas las cosas por medio de Jesucristo” (Efesios 3: 9). Es obvio que el Dios en este versículo es alguien que no sea Jesucristo. Además, de acuerdo a Hebreos 1:2, Dios el Padre creó todas las cosas por medio de su Hijo.

De esta forma podemos saber a ciencia cierta, quién está hablando en Génesis 1:26, y a quién está hablando. Dios el Padre, le dijo a su Hijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen.” Recuerde, Cristo es “la misma imagen” del Padre, así que, cualquier persona creada a imagen del Padre se crea automáticamente a la imagen de su Hijo. Los pronombres cambiaron al singular en el versículo 27 para dar el crédito apropiado al que creó todas las cosas. Consecuentemente, en cada lugar que se da crédito a alguien por la creación del mundo, es al Padre que creó todo, pero esta obra de creación la hizo por medio de Jesucristo. (Lea Hebreos 1:1, 2; Efesios 3:9; Colosenses 1:15, 16; Juan 1:1-3; Apocalipsis 4: 9-11).

El Nuevo Testamento utiliza la palabra griega theos, en forma singular, para referirse, más de mil veces, al Dios de los cielos. En cada caso, esta palabra singular se refiere a una persona, y una persona solamente. Además, cada vez que Jesús se refiere a Dios, Él utiliza pronombres en singular, que fueron traducidos, Él, Su, Tu, Tuyo y Ti. Cada vez que Jesús se incluyó a sí mismo junto con Dios, Él usa pronombres plurales, nosotros, para nosotros, y nuestro (Juan 14:23; 17:11, 21; etc.).

El uso de los pronombres plurales en relación con Dios es muy poco frecuente en la Biblia. La palabra hebrea elohim es usada en 2.606 ocasiones en el Antiguo Testamento y la mayoría de las veces se refiere al Dios verdadero. De todos estos casos sólo hay cuatro pasajes en donde se utilizan los pronombres plurales en relación con el Dios verdadero. Ellos son: Génesis 1:26; 3:22; 11: 7; Isaías 6: 8. Un examen contextual de cada uno de estos versículos, revela que ninguno de ellos indica un sentido plural de Dios. Todos se pueden entender en el sentido de que una sola persona (Elohim) estaba hablando con su Hijo divino.

Así que, según nuestra comprensión, Dios nunca se refirió a sí mismo usando pronombres plurales o nombres con un significado plural literal. Muchos teólogos han llegado a la misma conclusión. Aquí hay algunos comentarios sobre este punto.

“La idea fantasiosa de que Elohim hizo referencia a la Trinidad de las personas en la Deidad, difícilmente encuentra ahora un partidario entre los estudiosos. Esto se refiere a lo que los gramáticos llaman el plural de majestad, o por otro lado denota la plenitud de la fuerza divina, la suma de las poderes mostrados por Dios” (William Smith, Un Diccionario de la Biblia, ed. Peloubet, MacDonald Pub. Co., 1948, p. 220).

“Elohim debe ser explicado como un plural intensivo, que denota grandeza y majestad” (The American Journal of Semitic Language and Literature, 1905, Vol. XXI, p. 208).

“Es exégesis maliciosa o quizá de tipo piadosa la que encuentra la doctrina de la Trinidad en la forma plural elohim [Dios]” (“God,” Enciclopedia de Religión y Ética).

“Los primeros dogmáticos fueron de la opinión de que una doctrina esencial como la de la Trinidad, no pudo haber sido desconocida por los hombres del Antiguo Testamento… Ningún teólogo moderno… puede mantener ese punto de vista. Sólo una exégesis errónea que pase por alto los argumentos más inminentes, puede ver referencias a la Trinidad en la forma plural del nombre divino Elohim, el uso del plural en Génesis 1:26 o frases litúrgicas como tres miembros de la bendición Aarónica de Números 6: 24-26 y el Trisagio de Isaías 6:3” (The New Schaff-Herzog Encyclopedia of Religious Knowledge, Vol. 12, p. 18).

Los pronombres plurales y la palabra elohim están muy lejos de siquiera hacer alusión a la idea de que Dios es una trinidad. La única forma de encontrar una trinidad en esos textos es si usted tiene la idea preconcebida de una trinidad, antes de leerlos, y este es un método defectuoso de llegar a la verdad.

Génesis 1:2

Los trinitarios han tenido muchas dificultades para encontrar una tercera persona en el Antiguo Testamento, así que si hay la más mínima posibilidad de una tercera persona en un texto del Antiguo Testamento, usted puede estar seguro de que alguien va a utilizarlo para tratar de demostrar la trinidad. Génesis 1:2 no es una excepción. Este versículo dice: “Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.”

Aquí aprendemos que el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Este texto no dice, “el Espíritu Santo” se movía sobre la faz de las aguas. Me doy cuenta de que con una mentalidad no trinitaria el texto significaría justo lo que dice, pero algunos trinitarios creen que “el Espíritu de vuestro Padre” es diferente de “el Espíritu Santo”. El primero se entiende como el propio espíritu personal del Padre, mientras que el segundo se ve como una persona distinta o separada que incluso a veces se cree que también tienen su propio espíritu personal. Génesis 1:2 menciona, sin embargo, al “Espíritu de Dios” como si fuera el propio Espíritu de Dios antes que a un individuo separado.

Sin embargo, el clavo en el ataúd sobre la posibilidad de que este versículo demuestre al Espíritu Santo como una persona distinta es cuando se lee el Salmo 33:6, 9. Aquí dice, “Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, y todo el ejército de ellos por el aliento [ruach – Spíritu] de su boca…  “Porque Él habló, y fue hecho; Él mandó, y se estableció.” La palabra hebrea ruah, que se traduce como “aliento” en este verso, es la misma palabra hebrea que se traduce como “Espíritu” en Génesis 1:2. Aquí nos encontramos con que “la palabra del Señor” se utiliza como sinónimo de “el Espíritu de su boca.” Esto nos habla claramente de que la palabra literal de Dios fue la que creó los cielos. Jesús dijo: “El Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida” (Juan 6:63). En el Salmo 33:6 la Palabra de Dios es llamada “el Espíritu de su boca.” En Génesis 1:2 dice “el Espíritu de Dios” se movía sobre las aguas y las siguientes palabras son: “Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz “(Génesis 1:3). El contexto es claro de que Dios estaba creando la tierra y es en este contexto que el Espíritu de Dios se movía sobre las aguas. El Espíritu de Dios, en este texto, se refiere a su palabra como se ha demostrado en el Salmo 33:6, que nos dice que era “el Espíritu de su boca.”

Por favor, no me malinterpreten. El Espíritu de Dios es mucho más que la palabra literal de Dios. En el libro Comprendiendo la Personalidad de Dios vimos que el Espíritu de Dios es su “propio yo” (Juan 17:5), y no sólo sus palabras. (Por favor, póngase en contacto con nosotros para solicitar una copia del libro Comprendiendo la Personalidad de Dios.) Sin embargo, en Génesis 1:2, el término “el Espíritu de Dios” se refiere a la palabra de Dios que estaba activa en la creación del mundo. “Por fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de manera que lo que se ve, fue hecho de lo que no se veía” (Hebreos 11:3).

Génesis 18:1-3

Génesis 18:1-3 es utilizado, en algunas ocasiones, en un intento por demostrar la trinidad. Estos textos dicen: “Y le apareció Jehová en el valle de Mamre, estando él sentado a la puerta de su tienda en el calor del día. Y alzó sus ojos y miró, y he aquí tres varones que estaban junto a él; y cuando los vio, salió corriendo de la puerta de su tienda a recibirlos, y se inclinó hacia la tierra, y dijo: Señor, si ahora he hallado gracia en tus ojos, te ruego que no pases de tu siervo” (Génesis 18:1-3). Algunas personas afirman que los” tres hombres “que aparecieron a Abraham fueron los supuestos tres miembros de la Trinidad.

Sin embargo, hay algunos problemas serios con este argumento. En primer lugar, es imposible para cualquiera de estos tres individuos ser Dios el Padre, porque la Biblia dice: “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, Él le ha dado a conocer” (Juan 1:18). La Biblia dice que el Padre es “el único que tiene inmortalidad, y habita en luz inaccesible; a quien ningún hombre ha visto ni puede ver. A Él sea honra y poder sempiterno. Amén” (1 Timoteo 6:16). Dios le dijo a Moisés: “No podrás ver mi rostro: porque no me verá hombre, y vivirá” (Éxodo 33:20). Varios profetas de la Biblia vieron algunas tenues representaciones del Padre en visión, pero ningún hombre pecador ha sido capaz de mirar literalmente al Padre y vivir para contar la historia. Debido a esto podemos estar absolutamente seguros de que Dios el Padre, no era uno de los “tres hombres” que se le aparecieron a Abraham.

Entonces, ¿quién fue que se le apareció a Abraham? La Biblia dice que “el Señor se le había aparecido.” Cada vez que la versión King James de la Biblia usa la palabra Señor con todas las letras mayúsculas significa que el nombre hebreo para Dios, Yahvé, fue escrito en el texto original. Yahvé se le apareció a Moisés. Como ya hemos visto, la persona mencionada aquí no es Dios el Padre, lo que demuestra que hay otra persona que utiliza este nombre.

Dios le dijo a Moisés: “He aquí yo envío el Ángel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado. Guárdate delante de Él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque Él no perdonará vuestra rebelión: porque mi nombre está en Él” (Éxodo 23:20-21).  Aquí Dios le dijo a Moisés que un ángel iría delante de los hijos de Israel. Este no era un ángel literal. Dios dijo: “mi nombre está en él.” Pablo nos informó que “todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la Roca espiritual que los seguía, y la Roca era Cristo” (1 Corintios 10:4).

También se nos dice que Jesús fue “hecho tanto más superior que los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos” (Hebreos 1:4). Jesucristo recibió el nombre de su Padre por herencia. Este debe ser un nombre que su padre también tiene, y este nombre es Yahvé. Jesucristo usó este nombre en Génesis 18, y fue él quien se le apareció a Abraham, no como una trinidad sino como una sola persona, y había dos ángeles literales con Él. La Biblia dice: “Y se apartaron de allí los varones, y fueron hacia Sodoma; mas Abraham estaba aún delante de Jehová” (Génesis 18:22). Dos de los tres fueron hacia Sodoma, y ​​sólo uno se quedó para hablar con Abraham. Sólo hay una persona a la que se refiere como “el Señor” en este versículo, y Él es el Hijo de Dios. Sabemos que sólo dos de los hombres se fueron hacia Sodoma y que eran ángeles, porque cuando llegaron, la Biblia dice: “Llegaron, pues, los dos ángeles a Sodoma a la caída de la tarde; y Lot estaba sentado a la puerta de Sodoma. Y viéndolos Lot, se levantó a recibirlos, y se inclinó hacia el suelo” (Génesis 19:1).

Génesis 18 definitivamente no hace ni siquiera alusión a la idea de que Dios es una trinidad de tres personas en un Dios. El Hijo de Dios y dos ángeles no es una trinidad.

Deuteronomio 6:4 y Echad

Curiosamente, uno de los versículos más monoteístas en la Biblia es utilizado por algunos trinitarios en un intento por demostrar una pluralidad en Dios. Este versículo es Deuteronomio 6:4, que dice: “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno [echad] es”. Este texto es citado por judíos devotos, al menos dos veces al día, y ellos son estrictamente monoteístas. No ven nada en este versículo que dé a entender que Dios es más que una persona. Sin embargo, este versículo es utilizado por algunos trinitarios para apoyar la idea de un Dios plural.

La palabra en cuestión es la palabra hebrea echad, que fue traducida “uno”. Los hebreos ven esto como una palabra que denota singularidad completa, mientras que algunos trinitarios lo ven como una palabra que denota pluralidad en una “unidad compuesta”, como tres en uno. Algunos trinitarios afirman que echad representa “unidad unificada” en lugar de la palabra hebrea yachid, que ellos dicen, representa “unidad numérica.” Algunos trinitarios afirman que si Moisés quería indicar que Dios es numéricamente uno, habría usado la palabra hebrea yachid en lugar de echad. La conexión de la idea de pluralidad en Deuteronomio 6:4 haría decir: “Oye, Israel: El Señor nuestro [dioses] son ​​[un grupo unificado].” Vamos a examinar cómo echad y yachid se usa en la Biblia para poder entender lo que Dios está tratando de decirnos en Deuteronomio 6:4.

Echad

Echad es la palabra hebrea más comúnmente utilizada para describir algo que es uno. Casi cada vez que usted encuentre la palabra Inglés “uno” en el Antiguo Testamento, esta fue traducida de la palabra hebrea echad. Echad es utilizada 952 veces en el Antiguo Testamento. Fue traducida “uno” 687 veces. Cada idioma tiene una palabra que signifique “uno” cuando se trata de contar. En español es “uno”, en alemán es “ein”, en latín es “unum”, en hebreo es “echad”. Cuando vas a www.translate.google.com y escribes “uno” en el lado de Inglés y selecciona hebreo en el lado de traducción, la palabra que aparecerá será echad. La razón de esto es que echad significa simplemente “uno”. El Léxico Hebreo New American Standard lo define como “un número cardinal primario; uno. El Léxico Hebreo Brown-Driver-Brigg dice, “uno (número)”.

Hay comentarios trinitarios y léxicos que contienen definiciones de echad adecuadas para adaptarse a su idea preconcebida de que Dios es un Dios plural, formado por una unidad compuesta, pero eso no significa que estas definiciones sean verdaderas. Hay un dicho entre los estudiantes de la Biblia que dice: “El contexto es rey.” Esto significa que el contexto de cómo se usa una palabra en la Biblia es más valioso que cualquier definición de la palabra hecha por el hombre. Cuando los escritores de la Biblia hebrea querían distinguir algo como “uno,” en lugar de “dos” o “tres”, utilizaron la palabra echad. Veamos algunos ejemplos.

Cuando Esaú fue engañado con respecto a la bendición de su padre, se quejó a su padre: ¿No tienes más que una [echad] sola bendición, padre mío? Bendíceme también a mí, padre mío. Y alzó Esaú su voz, y lloró” (Génesis 27:38). Aquí nos encontramos con que echad significa literalmente “uno”, no “dos” o más.

Cuando los hermanos de José vinieron a él en busca de alimentos, dijeron, “Todos nosotros somos hijos de un [echad] varón: somos hombres de verdad: tus siervos nunca fueron espías” (Génesis 42:11). Definitivamente estos hermanos no estaban diciendo que ellos eran los hijos de un grupo de hombres, sino más bien uno y sólo uno. Ellos no tuvieron que utilizar la palabra yachid para aclarar que este “un” hombre era “sólo un” hombre. Esta idea era naturalmente inherente a su uso de la palabra echad.

Después de que José los acusó de ser espías les dijo, “Enviad uno [echad] de vosotros, y traiga a vuestro hermano; y vosotros quedad presos, y vuestras palabras serán probadas, si hay verdad en vosotros; y si no, vive Faraón, que sois espías” (Génesis 42:16). José no estaba sugiriendo enviar un grupo de hombres de vuelta a su hermano, sino uno sólo.

Los hermanos de José le dijeron: “Somos doce hermanos, hijos de nuestro padre; uno [echad] no aparece, y el menor está hoy con nuestro padre en la tierra de Canaán” (Génesis 42:32). Cuando ellos dijeron, “uno no está” estaban hablando de José, fingiendo que había muerto. José era el único de los doce que faltaba, y utilizaron la palabra echad para explicarlo.

Cuando Dios le explicó a Moisés cómo construir el Arca de la Alianza, dijo: “Harás también dos querubines de oro, labrados a martillo los harás, en los dos extremos del propiciatorio. Harás, pues, un [echad] querubín en un extremo, y un [echad] querubín en el otro extremo: de una pieza con el propiciatorio harás los querubines en sus dos extremos” (Éxodo 25:18-19). Este es un problema de matemáticas simple, 1 + 1 = 2. Hay dos querubines en total, y para designar a cada uno se utiliza echad.

Cuando la Biblia describe los sacrificios diarios de Israel dice: “Y esto es lo que ofrecerás sobre el altar cada día: dos corderos de un año, continuamente. Ofrecerás un [echad] cordero a la mañana, y el otro cordero ofrecerás a la caída de la tarde” (Éxodo 29:38-39). Una vez más, uno es literalmente uno y dos es literalmente dos. Echad es la palabra hebrea para uno.

Cuando Moisés terminó de construir el altar y lo dedicó, la Biblia dice: “Y fue su ofrenda un [echad] plato de plata de peso de ciento treinta siclos, y un [echad] jarro de plata de setenta siclos, al siclo del santuario; ambos llenos de flor de harina amasada con aceite para presente” (Números 7:13). Una vez más vemos una ecuación matemática simple, un plato más uno tazón es igual a “ambos.” Echad no es una unidad compuesta aquí tampoco. El plato y el tazón son artículos individuales, de la misma forma que los sacrificios que se mencionan anteriormente son individuales.

Salomón escribió: “Mejores son dos que uno [echad]; porque tienen mejor paga de su trabajo. Porque si cayeren, el uno [echad] levantará a su compañero. Pero ¡ay del solo [echad] cuando cayere! Pues no habrá segundo que lo levante. También si dos durmieren juntos, se calentarán; mas ¿cómo se calentará uno [echad] solo? Y si alguno [echad] prevaleciere contra el uno, dos estarán contra él; y cordón de tres dobleces no presto se rompe” (Eclesiastés 4:9-12). Es muy claro que Salomón estaba haciendo una distinción entre una persona y dos personas mediante el uso de la palabra echad. Note que la palabra echad también se usa aquí para “solo”. Echad definitivamente lleva la idea de la singularidad absoluta. Tratar de incluir la definición de “unidad compuesta” en este versículo sería privarlo de sentido.

Otro texto que demuestra claramente la singularidad de echad es Deuteronomio 17:6, que dice: “Por dicho de dos testigos, o de tres testigos, morirá el que hubiere de morir; no morirá por el dicho de un [echad] solo testigo”. Echad no podría significar más de uno en este versículo, ya que se encuentra en contraste con dos y tres.

Hay más de seiscientos ejemplos similares, y en aras de conservar el espacio y no cansarlos más, nos limitaremos a los pocos que hemos listados aquí. La palabra echad tiene una forma plural que Moisés pudo haber usado si él hubiese tenido la intención de hacernos creer que Dios es un grupo unificado. Encontramos la forma plural de echad en Génesis 29:20, que dice: “Así sirvió Jacob por Raquel siete años; y le parecieron como pocos [echad en su forma plural] días porque la amaba”. Moisés pudo fácilmente haber explicado que Dios es una unidad compuesta o grupo de dioses si él hubiese querido hacernos creer esto, pero Él simplemente dijo: “El Señor nuestro Dios, el Señor uno es”. Esto se produce tan sólo dos capítulos después de que él dijo: “A ti te fue mostrado, para que supieses que Jehová es Dios; no hay más fuera de Él” (Deuteronomio 4:35), y sólo un capítulo más adelante Dios dijo:” No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Deuteronomio 5:7).

El contexto requiere que tomemos la palabra “uno” en Deuteronomio 6:4 en el sentido de “uno” en su sentido singular absoluto, en lugar de una unidad o grupo. A pesar del hecho de que incluso un breve estudio de la Biblia de la palabra hebrea echad revela que literalmente significa “uno”, un profesor de teología escribió que en Deuteronomio 6:4 “Moisés empleó el plural ‘echad (uno entre otros en una unidad compartida)” (Woodrow Whidden, The Trinity, coauthored by Woodrow Whidden, Jerry Moon, and John Reeve, Hagerstown, MD: Review and Herald, 2002). Esta declaración no es cierta en lo absoluto. Hay una forma plural de echad como vimos en Génesis 29:20, pero Moisés utilizó la forma singular en Deuteronomio 6:4. Sugerir que Moisés estaba tratando de indicar que el único Dios de la Biblia es realmente “uno entre otros” significaría que podría haber decenas de dioses. Es triste cuando las personas toman una palabra y tratan de obligarla a que signifique lo contrario de lo que el autor pretendía. En el mismo párrafo de la declaración anterior, dice el autor, “yachid” significa ‘uno’ en el sentido de ‘único’, o ‘solo'” (Ibid). Sin embargo, echad lleva este sentido también.

Echad es Absolutamente Singular

Echad fue traducido “único” o “sólo” varias veces en la Biblia. La Biblia dice: “Después dijo el rey David a toda la congregación: Sólo [echad] a Salomón mi hijo ha elegido Dios; él es joven y tierno, y la obra grande; porque la casa no es para hombre, sino para Jehová Dios” (1 Crónicas 29:1).

“Mirad a Abraham vuestro padre, y a Sara que os dio a luz; porque lo llamé solo [echad], y lo bendije, y lo multipliqué” (Isaías 51:2).

“Geber hijo de Uri, en la tierra de Galaad, la tierra de Sehón rey de los amorreos, y de Og rey de Basán; éste era el único [echad] gobernador en aquella tierra” (1 Kings 4:19).

“Así dice Jehová el Señor: Un mal, he aquí que viene un [echad] mal” (Ezequiel 7:5).

Echad es una palabra que lleva estricta singularidad, junto con la idea de solo y único. No es necesario que Dios use yachid para indicar Su singularidad. El hecho es que hay varios otros versículos que añaden modificadores estrictos para indicar la singularidad absoluta de Dios, algunos de los cuales se encuentran en cercana relación con Deuteronomio 6:4 (Véase Deuteronomio 4:35, 39; 5:7; Isaías 44:8; 45:5, 14, 18, 21, 22; 46:9; Joel 2:27; Marcos 12:29-34; 1 Corintios 8:4 -6, etc.) Si cuando la Biblia dice: “Jehová el Señor, Jehová uno es” lo que realmente quiere decir es “Jehová el Señor es un grupo unido de Señores” entonces todos los otros versos que añaden modificadores para indicar “sólo uno” tendrían que ser reinterpretados. El hecho es que Moisés tenía palabras disponibles para indicar la unidad si eso es lo que quería decir. Podría haber usado la palabra Yachid, que significa, “estar unidos” (Génesis 49:6), pero no la utilizó porque no quería que pensemos que Dios es un grupo de personas unidas.

Muchos trinitarios tratan de encontrar un significado plural para echad al citar números 13:23, que dice: “Y llegaron hasta el valle de Escol, y de allí cortaron un sarmiento con un [echad] racimo de uvas, el cual trajeron dos en un palo, y de las granadas y de los higos”. Algunos trinitarios afirman que debido a que la palabra echad se utiliza aquí refiriéndose a un racimo de uvas, que la palabra echad significa “uno compuesto por partes, una unidad o un grupo.”

Si el verso anterior hubiese dicho, “un [echad] racimo de uvas”, cuando en realidad quería decir que había varios racimos de uvas, entonces el argumento podría tener cierta validez. Si el versículo hubiese dicho, “una [echad] uva”, cuando en realidad se refería a todo un racimo de uvas, entonces sabríamos que la palabra echad significa algo más que uno. Sin embargo, el versículo menciona sólo un “racimo de uvas”. El sustantivo al que echad se refiere en este versículo es a una unidad o grupo.

Echad se utiliza para “UN racimo de uvas” (Números 13:23), “UN ejército” (1 Samuel 13:17), “UNA tropa” (2 Samuel 2:25), “UNA tribu” (1 Reyes 11:13), “UNA nación” (1 Crónicas 17:21). En cada caso la pluralidad existe en el sustantivo y no en el adjetivo “uno”.

Otro versículo utilizado para tratar de mostrar una unidad compuesta en la palabra echad es Génesis 1:5, que dice: “Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche. Y fue la tarde y la mañana del primer [echad] día.” Se argumenta que, dado a que un día se compone de dos partes, la parte oscura y la  clara, que la palabra echad tiene el significado de unidad compuesta, o un compuesto de partes. Una vez más, este argumento es erróneo. Echad todavía significa uno en este versículo. La parte compuesta de la declaración, “primer día” no es “uno”, sino “día”. Los siguientes versículos hablan de “el segundo día”, “el tercer día”, “el cuarto día”, etc. ¿Se va a argumentar que “segundo” y “tercero” también son palabras que significan unidad compuesta sólo porque están seguidos por la palabra “día”? Puedo decir, “un huevo” o “una docena de huevos.” El significado de “uno” en estas declaraciones es exactamente el mismo en ambos casos. También podría decir, “dos huevos” o “dos docenas de huevos.” Cualquier unidad compuesta, en la que se utiliza la palabra “uno”, debe encontrarse en la palabra que sigue a “uno” en lugar de la unidad “uno” en sí.

El verso más importante al que se refieren los Trinitarios para apoyar su afirmación de que echad significa más que uno, es Génesis 2:24, donde dice: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una [echad] sola carne.” Los trinitarios utilizan este verso para tratar de probar que echad no significa uno. El versículo, sin embargo, no dice que un hombre y una mujer se convertirían en un ser humano, ni dice que iban a convertirse en una persona ni un solo ser. Aunque el hombre y la mujer se convertirían en una sola carne, todavía serían dos personas, dos seres, y dos humanos. Tampoco iban a estar unidos entre sí para convertirsen en un cuerpo de carne. Más bien, el propósito es convertirse en una familia.

En busca de una comprensión de la expresión “una sola carne”, no hay que conjeturar acerca del significado de la palabra “uno”, sino que debemos buscar el significado de la palabra “carne”, como se usa en este versículo. Incluso en este texto, uno todavía significa, sólo uno.

El verso no está tratando de indicar que hay “dos carnes”, sino una sola carne. Podemos encontrar en la Biblia la explicación de una sola carne para demostrar que significa una relación familiar cercana. Los hermanos de José dijeron de él: “Venid, y vendámosle a los ismaelitas, y no sea nuestra mano sobre él; que nuestro hermano es, nuestra carne. Y sus hermanos acordaron con él” (Génesis 37:27). Pablo llamó a sus hermanos judíos, “mi carne” (Romanos 11:14) para indicar su estrecha relación de sangre. La Biblia incluso traduce la palabra hebrea רשׂב (basar) que se traduce como “carne” en Génesis 2:24 como “familiares” en Levítico 18:6 y 25:49. La Biblia de las Américas la traduce como “pariente de sangre.” Con esta comprensión de la “carne”, es claro que la expresión “una sola carne” en Génesis 2:24 significa que las dos personas casadas deben ser consideradas como estrechamente relacionados, “parientes de sangre”. Se convierten en una familia, no dos familias, sino una. Uno todavía significa uno en este versículo. Cualquier unidad compuesta reside en la carne en lugar de “uno”.

Uno significa Uno

La palabra hebrea echad, en su idioma original, funciona exactamente igual a nuestro término en Inglés “one”. Yo podría decir: “Mi esposa, mis hijos y yo formamos una familia.” La palabra “familia” indica que hay más de uno dentro de ella, pero la palabra “uno” todavía tiene el significado de uno. Si usted ofrece pagarme “un centenar de dólares” por un día de trabajo, sería un error que yo espere recibir doscientos o más dólares sólo porque la palabra “centenar”, que sigue a la palabra “uno” indica pluralidad dentro de ella. Si yo fuera a su casa el día siguiente y usted estuvo de acuerdo a comprarme mi reloj de pulsera por un valor de “un dólar”, sería ilógico que yo espere que me pague tres dólares. No tendría ningún sentido que me ponga a reclamar, “Ayer usted utilizó la palabra” uno “en un sentido plural, así que esperaba que me dieras al menos dos dólares por mi reloj ya que uno es plural.” Es fácil ver lo ilógico que sería mi posición si sigo esta línea de razonamiento. Si yo tratara de llevarlo a los tribunales para demandarlo por el dinero extra que siento que tengo derecho, el juez inmediatamente desecharía mi caso ya que se basa en una premisa falsa.

El argumento anterior es muy fácil de descartar como ilógico. Sin embargo, cuando el mismo tipo de argumento endeble se utiliza para apoyar la Trinidad, por el uso de la palabra echad, muchas personas lo aceptan como verdad del evangelio. Incluso teólogos se aferran a este razonamiento y lo repiten en sus escritos tantas veces que a menudo toma la apariencia de que es real. No debemos contentarnos con teorías humanas que no tienen ninguna base real para apoyar nuestra creencia en una doctrina. El hecho de que los trinitarios tienen que ir tan lejos para buscar el apoyo de la trinidad, es prácticamente una prueba de que la misma no es verás. Cuando una persona necesita aferrarse a argumentos tan pobres para apoyar su posición, es una buena indicación de que su enfoque no es de suficiente valor.

La palabra hebrea echad en su forma singular, tal como aparece en Deuteronomio 6:4, significa uno y sólo uno. No hay ni siquiera un ejemplo de echad, en su forma singular, que signifique más de uno a pesar de que se utiliza más de 900 veces en la Biblia. Cuando Dios inspiró a Moisés a decir: “Oye, oh Israel, el Señor nuestro Dios, el Señor uno [echad] es”, él quiso decir exactamente eso. Hay uno, y sólo un, “Señor, nuestro Dios,” y no una unidad de tres dioses.

En el caso de que las pruebas examinadas no sean suficientes para resolver el asunto, Jesús nos dio un comentario divino en este verso que podemos estar seguros de que es veraz. Jesús citó este versículo en Marcos 12. Un líder judío se le acercó y le preguntó: “¿Cuál es el primer mandamiento de todos? Y Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, oh Israel, el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con todas tus fuerzas. Éste es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos. Entonces el escriba le dijo: Bien, Maestro, verdad has dicho, porque hay un Dios, y no hay otro fuera de Él. Y el amarle con todo el corazón, y con todo el entendimiento, y con toda el alma, y con todas las fuerzas; y amar al prójimo como a sí mismo, más es que todos los holocaustos y sacrificios. Y Jesús, viendo que respondió sabiamente, le dijo: No estás lejos del reino de Dios. Y ya ninguno osaba preguntarle” Marcos 12:28-34.

Notemos la conversación aquí. Jesús citó Deuteronomio 6:4 y luego el escriba comentó este verso: “… hay un solo Dios; y no hay otro fuera de él…”. Aquí nos encontramos que este judío entendía que Deuteronomio 6:4 quiere decir: “Hay un solo Dios; y no hay otro fuera de él.” En caso de que los  trinitarios no estén seguros si echad indica singularidad exclusiva, este judío utilizó un lenguaje muy preciso y exclusivo. Tres declaraciones indican singularidad. Él dijo: “Hay un solo Dios” y “no hay otro” y “él”. Este líder judío entendía que Dios es un ser individual singular y que no había otro fuera de él. Al comparar este versículo con Juan 8:54 encontramos una conexión interesante. Aquí Jesús estaba dialogando con los líderes judíos cuando dijo: “Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria nada es; mi Padre es el que me glorifica; el que vosotros decís que es vuestro Dios”. Cuando un judío dice “Dios”, se están refiriendo a la Persona que Jesús identificó como su Padre, y este versículo demuestra que Jesús sabía que los judíos tenían este entendimiento. En Marcos 12:32 es un hecho que el escriba entendió que Deuteronomio 6:4 se refería exclusivamente a Dios el Padre, como el único y verdadero Dios, y que aparte de él “no hay otro.”

Cuando Jesús oyó esto, dice la Biblia: “Jesús vio que había respondido discretamente [o sabiamente].” Jesús reconoció que este hombre respondió bien, y entonces Jesús dijo: “Tú no estás lejos del reino de Dios.” Jesús no corrigió a este hombre por su comprensión, sino que en cambio le felicitó por su buena respuesta. Aquí está la aprobación divina para el entendimiento de que echad significa literalmente uno y sólo uno en Deuteronomio 6:4.

En contraste con el comentario de Jesucristo sobre Deuteronomio 6:4, observe lo que algunos comentaristas dicen al respecto:

“Esto no quiere decir que Jehová es un Dios,…” (Keil & Delitzsch OT Commentario sobre Deuteronomio 6:4).

“La mención triple de los nombres divinos, y el número plural de la palabra traducida Dios, parece dar a entender claramente una Trinidad de personas, incluso en esta declaración expresa de la unidad de la Deidad” (Matthew Henry Comentario de Deuteronomio 6:4).

“Uno en Tres y Tres en Uno. Aquí hay tres palabras que responden a las tres personas “(comentario de John Trapp sobre Deuteronomio 6:4).

Es increíble las cosas que algunas personas pueden leer en la Biblia y que no están allí. No hay manera de que Moisés o cualquiera de sus contemporáneos hubieran entendido Deuteronomio 6:4 como haciendo referencia a una trinidad o más que una sola persona. La única forma en que una persona pudiera encontrar esta teoría en este texto, es si ya tenían la idea preconcebida antes de leerlo. Esto es algo que no podría haber sucedido hasta que la Iglesia Católica formuló la doctrina en el siglo IV de nuestra era, tal como se profetizó en Daniel 11:36-39.

El Nuevo Testamento tiene un lenguaje igual de fuerte que el Antiguo Testamento para expresar la singularidad de Dios. Jesús dijo: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3). Jesús llamó a su Padre “el único Dios verdadero”, y Pablo escribió: “Y en cuanto a comer de aquello que es sacrificado a los ídolos, sabemos que el ídolo nada es en el mundo, y que no hay más que un solo Dios. Porque aunque haya algunos que se llamen dioses, o en el cielo, o en la tierra (como hay muchos dioses y muchos señores), más para nosotros sólo hay un Dios, el Padre, de quien son todas las cosas, y nosotros en Él; y un Señor, Jesucristo, por el cual son todas las cosas, y nosotros por Él” (1 Corintios 8:4-6).

Yachid

Los trinitarios nos quieren hacer creer que si Moisés hubiera querido que creamos que Dios es numéricamente solo un individuo, que habría utilizado la palabra yachid en lugar de echad. Sin embargo, este no es definitivamente el caso. Ya hemos visto que echad es el equivalente a nuestro término en Inglés “one”. Yachid significa, “sólo, único, solitario, uno, único, unigénito” (Léxico Hebreo de Brown-Driver-Brigg). Yachid sólo se usa 12 veces en la Biblia, 8 de las cuales se refieren a niños unigénitos. Los 4 casos restantes se utilizan para dar a entender “solitario” o “solo” en un sentido negativo. Es mucho más probable que si Moisés hubiera querido indicar que Dios es un individuo singular habría usado echad en lugar de yachid, y eso es precisamente lo que él hizo.

En cualquier idioma, la palabra para el número “uno” se utiliza ampliamente. En el Antiguo Testamento encontramos el término inglés “one” más de 1.000 veces. La mayoría de esas veces fue traducida de la palabra hebrea echad. Yachid, por el contrario, solamente se utiliza 12 veces y más a menudo se refiere a niños unigénitos. El hecho de que esta palabra no se utilice en referencia a Dios el Padre, no es de extrañar en lo absoluto. Argumentar el hecho de que como esta palabra nunca se usa para Dios, entonces Él debe ser un ser plural, no tiene ningún sentido. Argumentar algo a partir de la falta de evidencia no es una premisa sabia. El hecho es que hay muchos versículos que emplean términos singulares muy exclusivos para el Padre como “un Dios”, “nada”, “ninguna otra cosa”, “fuera de mí no hay Dios”, etc. No es necesario llegar a la conclusión de que como Dios no hizo uso de una palabra en particular para indicar su singularidad, que entonces Él no debe ser una sola persona. Hay un montón de elementos o personas solteras en la Biblia que no se describen por el uso de yachid. ¿Debemos concluir que no son singulares porque no aparece la palabra oscura que queremos que Dios use? Si Dios el Padre quería indicarnos que Él es “unigénito” o “solitario”, entonces podríamos esperar que él hubiese utilizado yachid. Ciertamente, no podemos esperar que Dios el Padre quiera transmitir estas ideas acerca de sí mismo, por lo que podemos comprender el hecho de que él no utilizara yachid para definirse a sí mismo.

No hay absolutamente ninguna base bíblica para afirmar que desde que echad es utilizado en lugar de yachid para definir la singularidad de Dios, que Él debe ser más de una persona. La evidencia bíblica es de más valor para descubrir la verdad que cualquier comentario hecho por el hombre o una definición hecha por un diccionario. Los hechos son claros, “más para nosotros sólo hay un Dios, el Padre, de quien son todas las cosas, y nosotros en Él; y un Señor, Jesucristo, por el cual son todas las cosas, y nosotros por Él” ” (1 Corintios 8:6).

Isaías 6:3 – Santo, Santo, Santo

Hay un versículo en Isaías que a veces se utiliza para apoyar la doctrina de la trinidad. Isaías vio al Señor sentado sobre un trono y habían serafines [seres angélicos] con seis alas, “Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria” (Isaías 6:3). Algunos trinitarios afirman que la triple repetición de la alabanza “santo” es atribuida a cada una de las tres personas de la trinidad. Sin embargo, esto no es una conclusión necesaria. Hay que admitir que los serafines pueden haber sido celosos en su adoración al “único Dios verdadero”, y quedaron suficientemente abrumados con su santidad como para exclamar tres expresiones de santidad y así dar un énfasis especial. De hecho, este no es un caso aislado donde una palabra se repitió tres veces.

Jeremías reprendió a los Judíos cuando escribió: “No confiéis en palabras de mentira, diciendo: Templo de Jehová, templo de Jehová, templo de Jehová es éste” (Jeremías 7:4). Seguramente, ninguno supondría que el templo judío se compone de tres templos en uno sólo porque el término fue utilizado tres veces seguidas.

En otro lugar Jeremías escribió: “¡Tierra, tierra, tierra!, oye palabra de Jehová” (Jeremías 22:29). Jeremías estaba, sin duda, hablando sólo de una tierra, pero repitió la palabra “tierra” tres veces para dar énfasis.

Ezequiel escribió acerca del gobierno judío, “La derribaré, derribaré, derribaré, y ya no será más, hasta que venga Aquél cuyo es el derecho, y se la entregaré” (Ezequiel 21:27). Ezequiel no se refería a que el reino caería tres veces, pero él lo repitió tres veces para enfatizar la certeza de esta profecía.

Cuando el hijo del rey David murió, la Biblia dice: “Entonces el rey se estremeció, y subió a la sala de la puerta, y lloró; y yendo, decía así: ¡Hijo mío Absalón, hijo mío, hijo mío Absalón! ¡Quién me diera que muriera yo en lugar de ti, Absalón, hijo mío, hijo mío!” (2 Samuel 18:33). David estaba abrumado por la emoción y repitió el término, “mi hijo” varias veces, no para indicar que se estaba refiriendo a varios hijos, sino para expresar la magnitud de sus emociones.

Si hemos de concluir que cuando los seres angélicos exclamaron: “¡Santo, santo, santo!”, se referían a tres personas separadas, para ser coherentes tendríamos que aplicar esta lógica a todos los textos mencionados anteriormente. Sin embargo, esto sería absurdo. Si creemos que la lógica es errónea en un texto, esa lógica debe ser errónea en otros también. No hay nada en el contexto que nos obligue a concluir que los seres angélicos estaban alabando a tres personas.

En realidad, podemos estar más que seguros de a quién se le atribuye estas alabanzas. La triple repetición “santo” se encuentra en otro lugar de las Escrituras, y el contexto nos muestra quién estaba siendo adorado por esta frase.

Juan escribió: “Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas alrededor, y por dentro estaban llenos de ojos; y no reposaban día y noche, diciendo: Santo, santo, santo, Señor Dios Todopoderoso, que era, y que es, y que ha de venir. Y cuando aquellos seres vivientes dan gloria y honra y gracias al que está sentado en el trono, al que vive para siempre jamás, los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive para siempre jamás, y echan sus coronas delante del trono, diciendo: Señor, digno eres de recibir gloria y honra y poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu placer existen y fueron creadas. Y vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos…Y miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado…Y vino, y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono.” (Apocalipsis 4:8-5:7).

Aquí nos encontramos al que se le dirige la expresión “Santo, santo, santo”; al “Señor Dios Todopoderoso”; al que “estaba sentado en el trono.” También podemos ver que el que está sentado en el trono es distinto y separado del Cordero que se acerca al trono y toma un libro de su mano. El Cordero es Jesucristo, y el que está en el trono es Dios, su Padre. Podemos ver que este tema se repite constantemente a través del libro de Apocalipsis. Juan escribió: “Y oí a toda criatura que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y que está en el mar, y todas las cosas que en ellos hay, diciendo: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, y la honra, y la gloria y el poder, por siempre jamás” (Apocalipsis 5:13). “El que está sentado en el trono” es Dios, el Padre.

Juan escribió: “Después de estas cosas miré, y he aquí una gran multitud, la cual ninguno podía contar, de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas y con palmas en sus manos; y aclamaban en alta voz, diciendo: Salvación a nuestro Dios que está sentado sobre el trono, y al Cordero” (Apocalipsis 7:9, 10). Juan vio la Nueva Jerusalén y escribió: “Y no vi templo en ella; porque el Señor Dios Todopoderoso y el Cordero son el templo de ella”  (Apocalipsis 21:22). “El Señor Dios Todopoderoso” es “el que estaba sentado en el trono,” y es al cual se refiere la expresión “santo, santo, santo”.

No hay ninguna base bíblica para suponer que los seres angelicales en la visión de Isaías estaban alabando una trinidad al repetir la palabra “santo” tres veces. Este es un ejemplo de las suposiciones que los trinitarios se ven obligados a utilizar para apoyar su posición no bíblica y la búsqueda de apoyo donde no existe.

El hecho de que Jesús es el Hijo literal de Dios es la piedra angular de la iglesia de Cristo (Mateo 16:13-18). Los que buscan apoyo bíblico para apoyar falsedades, algún día descubrirán el error de su razonamiento. Dios dijo: “Por tanto, el Señor Jehová dice así: He aquí que yo pongo en Sión por fundamento una piedra, piedra probada, angular, preciosa, fundamento firme; el que creyere, no se apresurará. Y ajustaré el juicio a cordel, y a nivel la justicia; y granizo barrerá el refugio de la mentira, y aguas arrollarán el escondrijo” (Isaías 28:16, 17). Oro para que usted se aferre al Hijo de Dios, que es la piedra angular preciosa, y que no hagas un refugio con mentiras acerca de Dios y de su Hijo.

Isaías 9:6

Algunas veces Isaías 9:6 se utiliza en un intento para demostrar la trinidad. Sin embargo, el texto sólo menciona una persona, el Hijo de Dios. El texo dice: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado; y el principado será sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz” (Isaías 9: 6). Por el hecho de que el Hijo de Dios es llamado “Padre eterno”, algunos trinitarios afirman que esto apoya la doctrina de la trinidad. Sin embargo, si hemos de creer que el Hijo de Dios es también el Padre en la Trinidad, nos preguntamos, ¿cómo apoya este hecho la idea de la trinidad? Si Jesús es el Padre, entonces, ¿quién es el Hijo?, y si Él es Padre y también el Hijo, entonces ¿cómo puede haber una trinidad, ya que la trinidad la conforma tres personas?

El título, “Padre eterno,” no es dado a Cristo porque Él es su propio Padre, sino porque Él es el Padre de los hijos que su Padre le ha dado. Isaías 8:18 menciona esto, cuando Jesús dijo a través del profeta: “He aquí, yo y los hijos que me dio Jehová, por señales y prodigios en Israel, de parte de Jehová de los ejércitos que mora en el monte de Sión” (Isaías 8:18). Sabemos que este versículo se refiere a Cristo, ya que se le aplica a Él en Hebreos 2:13. Cristo es el Padre de los redimidos, “el autor y consumador de la fe” de ellos (Hebreos 12:2).

Yo soy el hijo de mi padre terrenal. Sin embargo y al mismo tiempo, soy el padre de mi hijo. Si alguien viene a mí y me llama padre, no puedo imaginarme que esa persona esté pensando que yo soy mi propio padre. Estoy seguro que se está refiriendo a mí como el padre de mi hijo. Ciertamente, no podemos esperar menos de Dios. Cuando Él inspiró a Isaías para referirse a Cristo como un “padre,” Él no estaba tratando de indicar que Cristo era el Padre de Sí mismo. Además, el término Espíritu Santo no se utiliza en lo absoluto en Isaías 9:6, por lo que es imposible utilizar este versículo para probar que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son un solo ser. La Biblia hace una clara distinción entre el Padre y Su Hijo, presentándolos como dos seres separados. (Daniel 7:9 y 13, Apocalipsis 5:1 y 7, 1 Corintios 8:6, Zacarías 6:12 y 13, Proverbios 30:4, etc.).

Jesús dijo: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). El amor de Dios es tan profundo y tan amplio que envió a su único Hijo a morir por nuestros pecados. Él no se envió a sí mismo, él no envió a un amigo, él envió a su Hijo unigénito. Cuando vemos y comprendemos este amor, nuestros corazones son rotos y nuestras vidas transformadas. Cualquier desviación de la Biblia sobre el hecho de que Cristo es en realidad el Hijo de Dios, es una desviación de nuestra capacidad de amar a Dios con todo nuestro corazón. Tenemos que ser muy cuidadosos de no negar al Hijo de Dios, pues haciendo esto, negamos también al Padre. “¿Quién es mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Éste es anticristo, que niega al Padre y al Hijo. Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo tiene también al Padre” (1 Juan 2:22, 23). Judas advirtió de los hombres que “niegan al único Señor Dios, y a nuestro Señor Jesucristo” (Judas 1:4). No permita que un inusual uso del término “Padre” le lleve a negar que Jesús sea el Hijo de Dios.

Otra palabra en este texto que es utilizado por algunos para negar el hecho de que Cristo es literalmente el Hijo de Dios es el término “eterno”. Sin embargo, nadie tiene que llegar al extremo de negar este hecho por el uso de esta palabra. El Léxico Hebreo Brown-Driver-Brigg dice que uno de los significados de la palabra hebrea דע (ad) que fue traducida “eterno” es “para siempre (de tiempo futuro).” Nos encontramos que esta palabra se usa de esta manera varias veces en la Biblia.

Salomón escribió: “El rey que juzga con verdad a los pobres, su trono será firme para siempre [דע]” (Proverbios 29:14). El también escribió, “El labio veraz permanecerá para siempre [דע]; más la lengua de mentira sólo por un momento” (Proverbios 12:19).

David escribió: “Alabadle, sol y luna; alabadle, vosotras todas, lucientes estrellas. Alabadle, cielos de los cielos, y las aguas que están sobre los cielos. Alaben el nombre de Jehová; porque Él mandó, y fueron creados. Y los estableció eternamente y para siempre [דע]; les puso ley que no será quebrantada” (Salmos 148:3-6). Está claro que la palabra eterna no significa “sin principio”, sino más bien, “sin fin”.

La Biblia dice: “Se paró, y midió la tierra; miró, e hizo temblar las naciones; y los montes eternos [דע] fueron desmenuzados, los collados antiguos se humillaron. Sus caminos son eternos” (Habacuc 3:6). Las montañas tuvieron un principio, sin embargo, son llamados “montes eternos.” Eterno significa “para siempre (de tiempo futuro).” Dios nos ha prometido la “vida eterna.” Esto no quiere decir que no tuvimos ningún principio, sino que no vamos a tener fin. Jesucristo es llamado “eterno” a pesar de que su Padre le “ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo” (Juan 5:26). La vida que recibió de su Padre es vida eterna. Dejó esta vida por nosotros en la cruz (Juan 10:11), pero ahora, Jesús está “vivo para siempre” (Apocalipsis 1:18). Cristo es llamado “eterno”, lo cual es correcto, ya que Él va a durar para siempre, y Él es llamado “Padre”, porque Él es el padre de los hijos que su Padre le dio. Jesús dijo: “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, yo no le echo fuera” (Juan 6:37).

Note también que Isaías 9:6 dice que “su nombre será llamado…Dios fuerte”. Algunos pueden usar esta frase en el sentido de que Cristo es el Dios supremo. Este sería un buen argumento si el verso se hubiera referido a Cristo como el Dios Todopoderoso; sin embargo, el término que se utiliza es Dios fuerte. Leemos de hombres fuertes, pero nunca de los hombres todopoderosos. Sin duda, es apropiado referirse al Hijo como poderoso, porque Él es poderoso. De hecho, Jesús dijo: “Todo poder me es dado en el cielo y en la tierra” (Mateo 28:18). También es apropiado referirse a Él como Dios, ya que el mismo Dios Todopoderoso se refiere a su Hijo como Dios en Hebreos 1:8, 9. Por lo tanto, los términos Padre eterno y Dios fuerte pueden aplicarse correctamente al Hijo de Dios, sin el más mínimo indicio de que Dios es una trinidad.

Isaías 48:16

Otro texto que a veces se utiliza para apoyar la trinidad es Isaías 48:16, que dice: “Acercaos a mí, oíd esto; desde el principio no hablé en secreto; desde que esto se hizo, allí estaba yo; y ahora el Señor Jehová me envió, y su Espíritu.” Aquí, se afirma que “el Señor” es el Padre, “el Espíritu” es el Espíritu Santo, y “yo” es Jesús. Es interesante que en este supuesto texto de prueba para la trinidad, “el Señor” sea sólo el Padre, desmintiendo de esta forma, la trinidad. Una vez más nos encontramos con que “Su Espíritu” de alguna manera debe distinguirse del propio Espíritu del Padre “con el fin de encontrar apoyo para la trinidad, pero no hay ninguna base para apoyar esta afirmación. “Su Espíritu” es el Espíritu del Padre en este texto. Sin embargo, de la forma que aparece escrito en la Biblia King James, podría ser tomado en el sentido de que tanto el Padre como el Espíritu enviaron a Jesús. Sin embargo, la Young’s Literal Translation dice: “Y ahora el Señor Jehová me envió, y su Espíritu.” Esto está de acuerdo con la mayoría de las traducciones de este pasaje. La Biblia en Inglés Básico dice: “el Señor Dios me ha enviado, y me ha dado su espíritu.”

No hay nada en este texto que indique que tres personas están participando. Dios envió a su Hijo al mundo y le dio su Espíritu sin medida (Juan 3:34). De este modo, Él envió a su hijo y a su Espíritu al mundo. Jesús dijo: “¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo de mí mismo; sino que el Padre que mora en mí, Él hace las obras” (Juan 17:5); no una persona independiente. Es por esto que Jesús pudo decir que Su Padre habita en Él.

Si Dios esperaba que durante los primeros 4.000 años de historia de este mundo la gente creyera que Él es una trinidad, Él hizo un trabajo muy pobre para explicarlo en el Antiguo Testamento. Aun peor que hacer un mal trabajo, él lo evitó por completo. Incluso las supuestas “sugerencias” de la Trinidad en el Antiguo Testamento realmente no dieron indicaciones al mundo de que Dios es una trinidad. Si se esperaba que el pueblo de Dios confiara en tales consejos endebles sobre la trinidad, entonces se podría esperar que creyesen casi cualquier cosa, porque no hay más evidencia en la Biblia para cualquier teoría, que la que un hombre puede desear creer.

Dios dijo: “Así dice Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en su riqueza. Mas el que se hubiere de alabar, alábese en esto, en entenderme y en conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque en estas cosas me complazco, dice Jehová” (Jeremías 9:23, 24). Dios quería que la gente en los tiempos del Antiguo Testamento entendiera y conociera a Dios, y para ello les dio suficiente información en el Antiguo Testamento para que pudieran lograrlo. La información que Dios les proveyó no incluyó la doctrina de la trinidad. El pueblo de Dios en ese momento era capaz de conocer a Dios lo suficiente como para formar relaciones sólidas con Él y vivir vidas santas sin la trinidad. La trinidad no es una parte vital de la religión cristiana. De hecho, ¡es perjudicial! Negar que Jesús es verdaderamente el Hijo de Dios y que Él murió realmente, no es útil para establecer una estrecha relación personal con Dios.

Oro para que usted busque conocer al único Dios verdadero y Su Hijo, Jesucristo, y así puedas obtener la vida eterna (Juan 17:3).

Miqueas 5:2

Algunas personas piensan que Miqueas 5:2 demuestra que Jesús no fue engendrado por el Padre antes de que todo fuese creado. Este texto dice: “Pero tú, Belén Efrata, aunque eres pequeña entre los millares de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas han sido desde el principio, desde la eternidad”. Sabemos que este texto se refiere a Jesús porque fue citado en Mateo 2:6 para demostrar que Él nacería en Belén.

Este texto dice acerca de Jesús que sus “salidas son desde el principio, desde la eternidad.” Los trinitarios a veces citan este texto para apoyar la idea de que Jesús no tiene comienzo. Sin embargo, una traducción más literal de esta frase es su “origen es desde el principio, desde los días antiguos” (English Standard Version). La palabra hebrea האצומ (motsawaw) que fue traducida como “salidas” significa, “origen” (Gesenius’ Hebrew Lexicon). Strong la define como “un descendiente de la familia” (Diccionario hebreo de Strong). Una versión de la Biblia traduce esta palabra como “árbol genealógico” (The Message Bible). El hebreo dice literalmente que su “origen” era desde los “días de la eternidad” (margen). El origen o descendencia familiar de Jesús es desde los días de la eternidad.

Este texto en vez de enseñar que Jesús no tuvo principio, en realidad nos dice que Jesús tuvo un principio. Su origen de la descendencia familiar como el Hijo de Dios, es a partir de los días de la eternidad, o desde antes del tiempo como lo conocemos. Este versículo está diciendo literalmente que Jesucristo nació antes de la creación de nuestro concepto del tiempo. La Biblia dice acerca de Cristo: “El cual es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda criatura. Porque por Él fueron creadas todas las cosas, las que hay en el cielo, y las que hay en la tierra, visibles e invisibles, sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por Él y para Él. Y Él es antes de todas las cosas, y todas las cosas por Él subsisten” (Colosenses 1:15-17). Incluso el tiempo tal como lo conocemos, incluyendo el sol y la luna, fueron creados por medio de Jesucristo. Había sucesión de acontecimientos en los días de la eternidad, pero el cálculo del tiempo como lo conocemos, no existía en la eternidad cuando Cristo fue engendrado.

Jesucristo nació antes de toda la creación. Él es verdaderamente el primogénito, y la imagen del Dios invisible. Dios “creó todas las cosas por medio de Jesucristo” (Efesios 3:9). Esto excluye a Jesús de ser parte de la creación. “Todas las cosas por Él fueron hechas, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Juan 1:3). Jesucristo es verdaderamente el Hijo de Dios. Él es “el Hijo del Padre, en verdad y amor” (2 Juan 1:3).

Hasta aquí hemos examinado todos los versículos más comunes en el Antiguo Testamento que se utilizan para tratar de apoyar la doctrina de la trinidad y a nuestro parecer no son clara evidencia. Ninguno de ellos explica que Dios es una trinidad. En ninguna parte del Antiguo Testamento se dice nada similar a “un Dios en tres personas.” Por otra parte, ninguno de los versos que hemos examinado en realidad dice lo que los trinitarios han pretendido que creamos. Si todo lo que tenías para aprender acerca de Dios, era el Antiguo Testamento, es muy poco probable que después de estudiar llegaras a la conclusión de que Él es una trinidad. La única forma de llegar a esta conclusión es que alguien primero haya implantado esa idea en su cabeza y luego te convenció a pensar que los textos de prueba del Antiguo Testamento en realidad apoyan la teoría de la trinidad. Solamente un estudio bíblico irresponsable e imprudente del Antiguo Testamento te llevaría a encontrar la doctrina de la trinidad en sus páginas.

 

El Nuevo Testamento

En la primera parte de este libro hemos examinado todos los textos del Antiguo Testamento que se utilizan con mayor frecuencia para apoyar la doctrina de la trinidad y hemos visto que ésta no se enseña en el Antiguo Testamento. Incluso la mayoría de los teólogos trinitarios admiten este hecho. Sin embargo, muchos parecen estar seguros de que en el Nuevo Testamento sí se revela que Dios es una trinidad.

En este capítulo vamos a examinar todas las pruebas del Nuevo Testamento que se utilizan a menudo, para probar que Dios es una trinidad.

Estoy de acuerdo con lo que la Enciclopedia Británica afirma sobre esta doctrina: “Ni la palabra Trinidad ni la doctrina explícita aparece en el Nuevo Testamento, ni tampoco Jesús y sus seguidores tuvieron la intención de contradecir el Shema de las Escrituras Hebreas: ‘Escucha, O Israel: El Señor nuestro Dios, Jehová uno es “(Deuteronomio 6:4).” (Encyclopedia Britanica Online, artículo: Trinidad, Online at, www.britannica.com/EBchecked/topic/605512/Trinity).

No vamos a examinar los textos que los trinitarios utilizan para probar que Jesús es Dios, ya que estamos de acuerdo con Dios el Padre, quien le dijo a su hijo: “Tu trono, oh Dios, por siempre jamás: Vara de equidad es el cetro de tu reino. Has amado la justicia, y aborrecido la maldad; Por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros” (Hebreos 1:8, 9). Jesús es Dios por naturaleza, además por la posición exaltada que su Padre le dio (Filipenses 2:9; 1 Corintios 15:24-28). Soy humano porque mi padre es humano. Jesús es Dios porque Su Padre es Dios. Examinaremos textos que se utilizan en un intento por demostrar que Jesús es “el Dios Altísimo” o “el único Dios verdadero.” Desde luego, Jesús no puede ser el Dios Altísimo, mientras que su padre es “El Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria “(Efesios 1:17).

Mateo 1:23

“He aquí una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Emmanuel, que interpretado es: Dios con nosotros.”

Como se señaló anteriormente, Jesús es Dios por naturaleza, y cuando estuvo aquí físicamente hace 2.000 años, o cuando su Espíritu vive en nuestros corazones, Dios está verdaderamente con nosotros. No sólo habita el Hijo de Dios con nosotros cuando está en nuestros corazones, sino que su Padre está también con nosotros en Cristo, porque “Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no imputándole sus pecados, y nos encomendó a nosotros la palabra de la reconciliación” (2 Corintios 5:19). Si tenemos el Hijo de Dios en nuestros corazones, no podemos menos que tener al mismo Dios con nosotros. Jesús dijo: “Si alguno me ama, mis palabras guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos con él morada” (Juan 14:23). Jesús es la única manera en que podemos tener a Dios con nosotros. Ya sea que la palabra “Dios” en Mateo 1:23 se refiera al Padre o Su Hijo, es un hecho irrelevante. Puede referirse a cualquiera de ellos sin el menor indicio de que Dios es una trinidad.

Mateo 3:16, 17

“Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre Él. Y he aquí una voz del cielo que decía: Éste es mi Hijo amado, en quien tengo contentamiento.”

La referencia anterior se utiliza en un intento por demostrar la trinidad. El argumento es el siguiente: “El Padre habla desde el cielo, el Hijo está en la tierra, y el Espíritu Santo desciende como una paloma, por lo tanto, los tres deben ser personas independientes que en conjunto conforman un solo Dios.” Hay algunos elementos en este texto que podrían interpretarse de esta manera, pero veamos que no es necesario llegar a esa conclusión.

Generalmente no hay duda respecto a la posición del Padre como el Dios de los cielos, y este texto demuestra este hecho. Dios se refiere a Su Hijo como “mi Hijo amado.” Esto no nos obliga a concluir que el Hijo es, de alguna manera, parte de una trinidad, sino más bien el Hijo de Dios. La declaración del Padre de que Jesús es su Hijo, no debe interpretarse en el sentido de que Jesús es “el Hijo de Dios y la segunda persona de la trinidad.” Dios podría haberlo dicho en esta declaración si Él quería que así lo creamos, pero en lugar de eso simplemente dijo: “Este es mi Hijo amado.” Esto no contradice ninguno de los textos que hemos leído en nuestros estudios sobre la personalidad de Dios, que declaran que Jesús es literalmente “el unigénito Hijo de Dios” a quien cuya vida fue “dada” por su Padre (Juan 3:18; 5:26, etc.).

La pregunta surge del hecho de que el Espíritu de Dios descendió del Padre en la forma de una paloma. Este es el elemento clave del texto que se interpreta con el sentido de que Dios es una trinidad. Sin embargo, la Biblia dice que era “el Espíritu de Dios” que descendió; en vez de “Dios el Espíritu Santo”. El Espíritu es mencionado como la propiedad de Alguien; este es el propio Espíritu del Padre que descendió en forma de paloma.

Si usted supone que el Espíritu de Dios es realmente una persona separada y distinta de Dios el Padre, uno esperaría, ciertamente, que el texto se refiera a esa tercera persona que toma la forma de una paloma. ¿Qué tal si el Espíritu de Dios hubiese descendido en forma de dos palomas?, ¿llegaría usted entonces a la conclusión de que hay dos espíritus de Dios? Si una manifestación visible del Espíritu de Dios quiere decir que el Espíritu Santo es una persona distinta y separada del Padre, ¿qué hacemos entonces con las 120 lenguas de fuego que aparecen en Hechos capítulo dos? Aquí leemos, “y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos [120 en total – el versículo 1:15]” (Hechos 2:3). Si una manifestación visible del Espíritu de Dios es una persona distinta, entonces 120 manifestaciones visibles del Espíritu de Dios deben ser 120 personas distintas. Si la lógica es coherente en este texto, ésta debe serlo en todos los casos. Sin embargo, sabemos que el Espíritu Santo no son 120 personas. Dios no se compone de 122 personas. En cambio, Dios es una persona que tiene un espíritu, tan verdaderamente como cada ser vivo tiene un espíritu. Dios es capaz de enviar su Espíritu a cualquier lugar que él desee y puede aparecer en cualquier forma que Él quiera.

Las 120 manifestaciones visibles del Espíritu de Dios no tenían la intención de demostrar que el Espíritu de Dios está conformado por 120 personas, más bien se les dio como una señal a los presentes de que el Espíritu de Dios fue derramado sobre los individuos. Cuando Pedro explicó lo que pasó citó al mismo Dios diciendo: “Y acontecerá en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne…” Pedro no creía que las lenguas repartidas representaban 120 espíritus, sino más bien un solo Espíritu, el Espíritu de Dios. Dios dijo: “Yo derramaré de mi Espíritu.” Esto no suena como si estuviera planeando enviar un individuo separado para representarlo, sino que él compartiría su propio Espíritu con otros. Pedro además explicó: “Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que ahora vosotros veis y oís” (Hechos 2:33). Si las 120 manifestaciones visibles del Espíritu de Dios fueron diseñadas para probar que el Espíritu Santo no es el propio Espíritu del Padre, sino un individuo distinto, entonces Pedro no pudo probar su argumento. El sostuvo que el Espíritu Santo es el propio Espíritu del Padre, que lo ha dado a su Hijo, quien luego lo derramó sobre los discípulos. Jesús dijo que el Espíritu Santo “procede del Padre” (Juan 15:26).

Cuando Jesús fue bautizado y el Espíritu de Dios descendió sobre el en forma de paloma, el hombre que lo bautizó no llegó a la conclusión de que el Espíritu Santo es un individuo separado. Juan el Bautista dijo: “Vi al Espíritu descender del cielo como paloma, y reposar sobre Él; y yo no le conocía; mas el que me envió a bautizar en agua, Éste me dijo: Sobre quien vieres descender el Espíritu, y que permanece sobre Él, Éste es el que bautiza con el Espíritu Santo. Y yo le vi, y he dado testimonio de que Éste es el Hijo de Dios” (Juan 1:32-34).

Aquí Juan testificó que la manifestación visible del Espíritu de Dios tenía la intención de demostrar que Jesús bautizaría con el Espíritu Santo y que Jesús es el Hijo de Dios. Si los hechos ocurridos en el bautismo de Cristo fueron diseñados para probar que Dios es una trinidad, Juan no pudo conseguir transmitir el mensaje. Él todavía sostenía que el Espíritu Santo es el Espíritu de Dios y que Jesús es el Hijo de Dios. Curiosamente, Juan se refirió al Espíritu Santo “con un pronombre en tercera persona” en este texto.

La conclusión es que incluso aquellos que fueron testigos de los acontecimientos en el bautismo de Cristo, se marcharon del lugar sin una comprensión de que Dios es una trinidad. Todavía entendieron que Dios es el Padre y Jesús es el Hijo de Dios y el Espíritu Santo es “el Espíritu de Dios.” Es imprudente que concluyamos que Dios es una trinidad a partir de lo sucedido en el bautismo de Cristo. Los acontecimientos allí están muy lejos de demostrar la doctrina de la trinidad.

Mateo 12:31, 32

“Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; más la blasfemia contra el Espíritu Santo no les será perdonada a los hombres. Y a cualquiera que dijere palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero a cualquiera que hablare contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este mundo, ni en el venidero”

Algunas personas toman estos versículos como una indicación de que Dios es una trinidad. Algunos piensan que podemos blasfemar contra Dios el Padre y Su Hijo Jesucristo, y ser perdonados, pero que una tercera persona llamada el Espíritu Santo es tan exaltada que si los hombres blasfeman contra él nunca podrán ser perdonados. Sin embargo, ¿cuántas personas se mencionan en este versículo? Dos: el Hijo y el Espíritu Santo.

Para algunos es sorprendente darse cuenta de que el Padre no es mencionado por su nombre en este texto. Lo mismo ocurre en los otros dos relatos de esta conversación. El relato de Marcos dice: “De cierto os digo que todos los pecados serán perdonados a los hijos de los hombres, y las blasfemias cualesquiera con que blasfemaren; pero cualquiera que blasfemare contra el Espíritu Santo, no tiene jamás perdón, sino que está en peligro de condenación eterna” (Marcos 3:28, 29). Lucas escribió: “Y todo aquel que dijere palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; mas al que blasfemare contra el Espíritu Santo, no le será perdonado” (Lucas 12:10). El Padre no se menciona específicamente en cualquiera de estos textos. Después de examinar todos estos relatos sólo encontramos dos personas mencionadas: el Hijo y el Espíritu Santo. No hay ningún indicio de una Trinidad aquí.

Aunque el Padre no es mencionado específicamente por su nombre, Él no falta en el texto, ya que Jesús dijo: “Pero cuando viniere el Consolador, al cual yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, Él dará testimonio de mí” (Juan 15:26). El Espíritu Santo procede del Padre, ya que es su propio Espíritu. Blasfemia contra el Espíritu Santo significa blasfemar contra “el Espíritu de vuestro Padre” (Mateo 10:20), ya que se trata de su propio Espíritu.

Jesús no estaba hablando de una palabra o acción repentina contra el Espíritu Santo, sino un continuo rechazo de su llamado a nuestro corazón. La blasfemia contra el Espíritu Santo es cuando una persona ignora obstinadamente el llamado tierno del Espíritu de Dios por tanto tiempo y tan persistentemente que el Espíritu de Dios ya no lo puede alcanzar. Cuando un hombre llega al punto en el que ha blasfemado contra el Espíritu Santo, no es porque Dios haya renunciado a él, sino porque la persona ha cerrado sus oídos para no oír las instrucciones que Dios ha tratado de darle por tanto tiempo, no importa lo mucho que Dios intente llegar a él, él ya no puede escuchar las súplicas de Dios en su corazón.

El Faraón de los días de Moisés había llegado a ese punto. Su corazón se había endurecido de tal manera que se negó a hacer lo que el Señor le instruyó que hiciera (Éxodo 8:32). Dios dijo: “no endurezcáis vuestro corazón como en Meriba, como el día de Masah en el desierto” (Salmos 95:8). Una vez que el corazón del hombre se endurece contra la voz del Espíritu de Dios, este ha cometido el “pecado de muerte” del que habla Juan. (Véase 1 Juan 5:16.)

La Biblia dice: “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual estáis sellados para el día de la redención” (Efesios 4:30). El Espíritu de Dios es el que nos sella o nos prepara para el día en que Cristo vendrá para redimir a su pueblo. Si rechazamos continuamente la única vía por la que Dios puede obrar en nuestras vidas, entonces no hay nada más que Dios pueda hacer por nosotros. Es por eso que no hay perdón para la blasfemia contra el Espíritu Santo. No es que Dios no esté dispuesto a perdonar, sino porque la persona que hace esto no está dispuesta a arrepentirse y ser perdonada.

Mateo 28:18-20

“Y Jesús vino y les habló, diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y enseñad a todas las naciones, bautizándoles en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado, y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén”. ¿Quiere Jesús que sus discípulos reciten esta fórmula en los bautismos y enseñen a la gente que Dios es una trinidad?

Pedro, que era discípulo de Jesús, obviamente estaba presente cuando Jesús dio esta orden. Si queremos saber entonces lo que Jesús quiso decir con este mandato, podemos confiar en Pedro para una comprensión adecuada. Volvamos al texto de la Escritura donde por primera vez se obedeció esta orden dada por Jesús. En Hechos capítulo dos Pedro dijo: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38). Aquí Pedro instruyó a estas personas a que fueran bautizados en el nombre de Jesucristo, en lugar de en tres nombres distintos. Supongamos, sin embargo, que Pedro olvidó temporalmente la orden de Jesús. Vamos a buscar más evidencias.

En Hechos capítulo 10, Pedro “mandó a [Cornelio y sus hermanos] a que fueran bautizados en el nombre del Señor” (Hechos 10:48). A partir de estos textos, es evidente que Pedro debe haber entendido el mandato de Jesús diferente de lo que la mayoría de los trinitarios lo entienden hoy. Sin embargo, tal vez Pedro estaba solo en su comprensión de este mandato.

Cuando Pedro y Juan fueron a Samaria encontraron a un grupo de personas que habían sido “bautizados en el nombre del Señor Jesús” (Hechos 8:16). Obviamente, Pedro no estaba solo en su comprensión del mandato de Jesús.

¿Qué podemos encontrar con respecto a Pablo? Tenga en cuenta lo que Pablo dijo acerca del evangelio que él predicaba, “pues yo ni lo recibí de hombre, ni tampoco me fue enseñado, sino por revelación de Jesucristo” (Gálatas 1:12). ¿Cómo le enseñó Jesús a Pablo que bautizara?

Cuando Pablo visitó Éfeso, se reunió con algunos de los hermanos presentes que sólo habían sido bautizados por el bautismo de Juan. Pablo los instruyó acerca de Cristo, y “cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús” (Hechos 19:5).

No hay ningún registro en la Biblia de alguna persona que estuviera bautizando en el nombre de tres personas individuales. Ahora, hay tres posibles explicaciones para este punto. 1) Los discípulos estaban en rebelión directa contra Jesús y deliberadamente desobedecieron su mandato. 2) Los discípulos entendieron el mandato de Jesús de manera diferente de lo que la mayoría de los trinitarios lo entienden hoy. 3) Jesús nunca dio la orden de bautizar “en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.”

La más razonable de estas posibilidades es la opción número dos. Los discípulos obviamente entendieron el mandato de Jesús de manera diferente de lo que la mayoría de los trinitarios lo entienden hoy. La palabra bautizar no siempre significa “sumergir en agua literal.”

Analicemos el relato de otra manera diferente. Jesús nos dio la comisión de bautizar en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo (πνευμα – pneuma). ¿Estaba Jesús, al dar esta comisión, tratando de enseñar la idea de una trinidad? Si es así, habría sido contradecir otras declaraciones que él mismo hizo, y también muchas declaraciones hechas por otros escritores de la Biblia. No hay nada en el versículo que diga que hay tres personas en la Deidad. No hay nada en el versículo que diga quien es Dios. La palabra “Dios” está completamente ausente de los versículos. La Biblia nos enseña, en otro lugar, que el “único Dios” de la Biblia es el Padre. Pablo escribió: “más para nosotros sólo hay un Dios, el Padre, de quien son todas las cosas, y nosotros en Él; y un Señor, Jesucristo, por el cual son todas las cosas, y nosotros por Él” (1 Corintios 8:6). La Biblia usa la frase, “Dios Padre” trece veces, pero nunca dice, “Dios el Hijo”, o “Dios el Espíritu Santo.”

Nótese también que el versículo dice que debemos bautizar “en el nombre de…” ¿Por qué es singular si se supone que hay tres personas? La palabra “nombre” en la Biblia, a menudo se refiere al carácter de una persona. El nombre de Jacob fue cambiado por Israel, porque su carácter había sido cambiado. Si creemos que este versículo se refiere a los nombres reales de tres individuos, como la mayoría de los trinitarios suponen, entonces sería imposible cumplir la orden. El texto dice bautizar “en el nombre de…” Simplemente recitar la declaración: “Yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” no cumple con el mandato. Para bautizar a alguien en el nombre de una persona hay que saber el nombre de la persona. Sería posible que nos bautizamos en el nombre literal del Padre, porque sabemos su nombre: Yahvé o Jehová. También sería posible que nos bautizamos en el nombre literal del Hijo, porque sabemos su nombre: Jesús o Yahshua en hebreo. Pero no es posible que nosotros bauticemos a alguien en el nombre literal del Espíritu Santo, porque nadie sabe ese nombre, si es que existe.

El Padre ungió a su Hijo con su propio Espíritu. Dios dijo a su hijo: “Has amado la justicia, y aborrecido la maldad; Por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros” (Hebreos 1:9). “Porque el que Dios envió habla las palabras de Dios, pues Dios no le da el Espíritu por medida” (Juan 3:34). Como claramente se muestra, el Padre le ha dado a su Hijo su Espíritu. ¿Qué tipo de espíritu fue el que le dio? Sin duda, se trata de un Espíritu Santo. La Biblia menciona varios tipos diferentes de espíritu. Podemos leer en ella acerca de “espíritu inmundo”, “espíritu maligno”, “Espíritu mudo”, “espíritu excelente”, “espíritu humilde”, “espíritu herido”, “espíritu quebrantado”, “espíritu altivo, “espíritu fiel” y “buen espíritu”. Todos estos espíritus son distinguibles por el adjetivo que los describe. Sabemos que Dios, el Padre, tiene un espíritu (Mateo 10:20), y ¿puede ese espíritu ser algo menos que Santo? La palabra “Santo” es un adjetivo en todos los casos, ya sea en inglés o en griego. “Espíritu Santo” no es un nombre, sino una descripción del Espíritu de Dios.

Jesús no estaba dando una fórmula específica de palabras para que el predicador recitara en un bautizo. Sabemos esto porque:

1) No hay ningún registro en la Biblia de alguna persona que utilizara esta fórmula en un bautizo.

2) Todos los ejemplos registrados de personas siendo bautizadas después de darse el mandato, se hicieron en el nombre de Jesús. (Véase Hechos 2:38; 8:16; 10:48; 19:5).

3) La palabra “nombre” es singular, lo que indica que está haciendo referencia al carácter en lugar de los nombres propios de los individuos.

4) No sería posible bautizar literalmente en el nombre propio del Espíritu Santo, porque no se nos ha dado ese nombre, si es que existe tal nombre.

Una vez que nos damos cuenta de que Cristo estaba dando la comisión a sus discípulos de bautizar en el carácter del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, es más fácil para nosotros entender sus palabras. Varias veces en la Biblia la palabra bautizar se refiere a algo que no se refiere literalmente a la inmersión en agua. Por ejemplo:

Mucho tiempo después del bautismo literal de Cristo en el agua, Él dijo: “Pero de un bautismo me es necesario ser bautizado; y ¡cómo me angustio hasta que se cumpla!” Lucas 12:50). Aquí es evidente que Jesús no se estaba refiriendo a ser sumergido en el agua literalmente, sino más bien a una experiencia que tendría. Esta experiencia iba a ser tan intensa, que podría describirse utilizando la palabra bautizar, que literalmente significa “sumergir, sumergirse; hacer abrumado “(Diccionario Griego de Strong).

Jesús utilizó la palabra bautismo de la misma manera en los siguientes versículos: Él le dijo a Santiago y a Juan, quienes habían pedido altos puestos en el cielo, “No sabéis lo que pedís: ¿Podéis beber la copa que yo he de beber, y ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado? Ellos le dijeron: Podemos. Y Él les dice: A la verdad de mi copa beberéis, y seréis bautizados con el bautismo que yo soy bautizado, pero el sentaros a mi mano derecha y a mi izquierda, no es mío darlo, sino a aquellos para quienes está aparejado por mi Padre” (Mateo 20:22, 23).

En estos versículos Jesús usó la palabra bautizar para dar a entender lo que significa pasar por una experiencia abrumadora. Pablo usó la palabra de esta manera cuando escribió: “porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos” (Gálatas 3:27). Ser bautizados en Cristo es algo más que sumergirse en el agua, sino que además indica una dedicación completa a Cristo.

Podríamos comprender las palabras de Cristo en Mateo 28:19 de este modo: “Id, pues, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándoles en el nombre [carácter] del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mateo 28:19 Versión Rotherham). Este mandato está estrechamente relacionado con la orden de enseñar. Cristo quiere que sus discípulos entiendan la verdad sobre Dios, su Hijo, y el Espíritu Santo de Dios.

Jesús dijo: “Por tanto, id, y enseñad a todas las naciones, bautizándoles en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado, y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” (Mateo 28:19, 20). Justo antes e inmediatamente después de su mandato de bautizar, Jesús nos pidió enseñar a todas las naciones. ¿Qué vamos a enseñarles? Jesús dijo: “todas las cosas que os he mandado.” Tenemos que enseñarle a la gente las mismas cosas que Jesús enseñó cuando estuvo aquí. ¿Enseñó Jesús que Dios es una trinidad? ¿De acuerdo con Jesús, quién es Dios? Jesús dijo que Su Padre es “el Señor del cielo y de la tierra” (Lucas 10:21), “mayor que todos” (Juan 10:29), y “el único Dios verdadero” (Juan 17:3).

Al hablar con la mujer samaritana en el pozo, Jesús le dijo: “Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. Más la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que le adoren” (Juan 4: 22-24). Jesús identificó a Dios como su Padre, y se refirió a él usando el pronombre singular “Él”, y la palabra griega θεος singular (Theos-Dios). Según Jesús, Dios es su Padre.

Jesús también dijo: “Esta es la obra de Dios, que creáis en el que Él ha enviado” (Juan 6:29). Aquí Jesús habla de Dios como alguien diferente a sí mismo, como la persona que lo envió al mundo. Sin lugar a dudas, Jesús se refería a su Padre.

Jesús dijo a sus acusadores, “Mas ahora procuráis matarme a mí, hombre que os he hablado la verdad, la cual he oído de Dios; Abraham no hizo esto” (Juan 8:40). Y continuó: “Si Dios fuese vuestro Padre, ciertamente me amaríais; porque yo de Dios he salido, y he venido; pues no he venido de mí mismo, sino que Él me envió” (Juan 8:42). También dijo: “Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria nada es; mi Padre es el que me glorifica; el que vosotros decís que es vuestro Dios” (Juan 8:54). Jesús reconoció que el Dios de los Judíos era su Padre. Él nunca ofreció ninguna corrección a los judíos sobre este punto, por el contrario, les reafirmó su comprensión a través de cada una de sus declaraciones acerca de Dios.

Jesús advirtió: “No se turbe tu corazón; creéis en Dios, creed también en mí” (Juan 14:1). Una vez más, Jesús habla de Dios como alguien diferente a Él mismo. En su oración final con sus discípulos, Jesús dijo a su Padre: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3). Jesús dejó muy en claro que sólo hay un Dios, que es su Padre. Jesús no sólo lo llamó “Dios” ni siquiera “verdadero Dios”; sino “el único Dios verdadero.” Esto no deja lugar para que alguien más sea el Dios verdadero. Este hecho tampoco permite, a Jesús mismo, ser parte del “único Dios verdadero.” Él habla de sí mismo como alguien separado y distinto del único Dios verdadero. Note también que Su lenguaje deja completamente fuera, cualquier necesidad de conocer un tercer ser. Sólo hay dos personas que son necesario conocer: Dios el Padre, y su Hijo unigénito.

Después de su resurrección, la comprensión de Cristo acerca de quién es Dios no cambió. “Él dijo a María: No me toques; porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios” (Juan 20:17).

En toda su vida Jesús fue consistente al enseñar que Dios es su Padre, y nadie más. Cuarenta días después de su resurrección, Jesús hizo una declaración que muchos toman con un sentido opuesto a lo que Él enseñó toda su vida. Jesús dijo a sus discípulos: “Por tanto, id, y enseñad a todas las naciones, bautizándoles en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado, y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” (Mateo 28:19, 20). Algunas personas toman estas palabras como evidencia de que Jesús estaba enseñando que Dios no es una persona, sino tres. Esto haría, sin embargo, que la enseñanza de Jesús en sus últimas palabras en la tierra, fueran contrarias a lo que enseñó toda su vida. Si queremos identificar quién es Dios en este versículo, comparándolo con otros textos de las Escrituras, tendríamos que concluir que el texto está hablando de Dios “El Padre”.

Si Jesús estaba tratando de enseñarnos que Dios es una trinidad de tres personas en el texto de Mateo 28:19, ¿a qué conclusión podemos llegar? ¿Cambió Jesús de parecer acerca de quién es Dios? ¿Sorprendió acaso a sus discípulos con un nuevo concepto de Dios en su última conversación con ellos? Si es así, sus discípulos no parecen haber comprendido el mensaje. Inseparablemente vinculado con el mandato de Jesús acerca del bautismo, es su mandamiento de enseñar a la gente “que guarden todas las cosas que os he mandado.” Tenemos que enseñar a la gente lo mismo que Jesús enseñó. Jesús enseñó, sin excepción, que Dios es su Padre. Tratar de interpretar las palabras de Jesús en Mateo 28:19 como un mensaje completamente opuesto a todas sus enseñanzas, es desobedecer su mandato de enseñar a la gente como él enseñó.

En Hechos 2:38 vemos una demostración de los principios de la gran comisión. En el día de Pentecostés, Pedro proclamó: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38). El Padre nos llama o nos acerca (Juan 6:44) a Cristo, somos literalmente bautizados en el nombre de Jesucristo, y el Padre nos da el don del Espíritu Santo para guiarnos en nuestra vida cristiana.

El bautismo representa la muerte, sepultura y resurrección de Jesús. Sólo tiene sentido ser bautizados en el nombre de Jesucristo, porque Él es el que murió, no el Padre o una tercera persona llamada el Espíritu Santo.

Algunos se han preguntado: “Si Jesús no quiere que pensemos que el Espíritu Santo es una persona distinta, ¿por qué lo menciona de esta forma en esta comisión?” Esta es una buena pregunta. En la instrucción dada por Pedro, el menciona el arrepentimiento hacia Dios, el bautismo en el nombre de Jesús y el don del Espíritu Santo. Jesús mencionó los tres ya que es imperativo que sus discípulos entiendan lo que Él enseñó acerca de Dios el Padre, Jesucristo y el Espíritu Santo. Si Jesús hubiese dejado fuera al Espíritu Santo en su comisión, entonces la gente se habrían quedado, probablemente, sin el conocimiento de que Cristo vive en nosotros por el Espíritu. Las personas podrían haber quedado sin el conocimiento de que hay un Espíritu Santo. ¡Esto sería terrible! Hubo algunos discípulos en la Biblia que habían quedado en esta condición.

Cuando Pablo estaba en Éfeso, se reunió con algunos de los hermanos y les preguntó: “¿Recibisteis el Espíritu Santo desde que creísteis? Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído que hay Espíritu Santo” (Hechos 19:2). Pablo les enseñó sobre el Espíritu Santo, y “Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús” (Hechos 19:5). Es interesante que a pesar de que Pablo enseñó a los discípulos específicamente sobre el Espíritu Santo, como el elemento que no conocían, aun así los bautizó en el nombre de Jesucristo y no en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Jesús quiere que su iglesia se beneficie de todo el Evangelio, incluso el don precioso de su Espíritu. Sería peligroso dejar a la gente sin el conocimiento del maravilloso don del Espíritu de Dios.

Mateo 28:19 no prueba una trinidad, ni prueba que el Espíritu Santo es un ser separado del Padre y su Hijo. Si hemos de encontrar pruebas sobre estas doctrinas en la Biblia, debemos recurrir a otros textos.

Juan 1:1-3

“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Éste era en el principio con Dios. Todas las cosas por Él fueron hechas, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”.

Aquí Jesús es llamado “Dios”, sin embargo, hay una clara distinción entre Él y “Dios” con quien Él estaba. El Dios con el que Jesús estaba es Dios, el Padre. Jesús no era el mismo “Dios” con el que Él estaba, sino más bien, Jesús era Dios en el sentido de que era divino como su Padre. El Padre es Dios, por lo que necesariamente, su Hijo es Dios por naturaleza. Los eruditos bíblicos griegos, en general están de acuerdo en que la segunda vez que la palabra “Dios” se usa en Juan 1:1, se utiliza como un “sustantivo cualitativo” para describir las cualidades de “el verbo”. Harner dice que los sustantivos “con un predicado sin artículo que preceda al verbo, son mayormente cualitativos en significado” (The Journal of Biblical Literature, Philip B. Harner, article “Qualitative Anarthrous Predicate Nouns: Marcos 15:39 y Juan 1:1). La cláusula podría ser traducida, ‘la misma naturaleza de Dios. “Esta sería una forma de representar el pensamiento de Juan, que es a mi entender, que ho logos [‘el verbo’], no menos que ho theos [‘el Dios], tenía la naturaleza de theos”. (Ibíd.)

Yo soy humano porque mi padre es humano. Jesús es Dios porque Su Padre es Dios. Eso es lo que Juan estaba enfatizando cuando declaró, “el Verbo era Dios.”

Juan 5:17, 18

“Y Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo. Por esto, más procuraban los judíos matarle, porque no sólo quebrantaba el sábado, sino que también decía que Dios era su Padre, haciéndose igual a Dios. Respondió entonces Jesús, y les dijo: De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada de sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que Él hace, esto también hace el Hijo igualmente”

Algunos han utilizado estos textos en un intento de probar que Jesús afirmó ser el Dios supremo, igual al Padre en todos los aspectos. Sin embargo, para poder llegar a esta conclusión, se debe ignorar el contexto inmediato. El siguiente versículo registra la respuesta de Jesús a este cargo. “Porque el Padre a nadie juzga, mas todo juicio dio al Hijo… Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así dio también al Hijo que tuviese vida en sí mismo; y también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre… No puedo yo hacer nada de mí mismo; como oigo, juzgo; y mi juicio es justo; porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del Padre que me envió” (Juan 5:19, 22, 26, 27, 30).

En respuesta a la acusación de que el hecho de ser el Hijo de Dios hacía a Jesús igual que a su Padre, Jesús dijo que él no podía hacer nada por sí mismo, que su Padre lo facultaba para juzgar, que Él le dio la vida, y le dio autoridad. Jesús refutó directamente la acusación de que Él era exactamente igual a su Padre. Una persona completamente igual al Dios Altísimo, no podía recibir autoridad y la vida por parte de él.

No me malinterpreten, por favor. Jesús es igual a su Padre en muchos aspectos. Jesús es exactamente igual al Padre por naturaleza. Soy humano porque mis padres son humanos. Jesús es Dios porque Su Padre es Dios. Además de compartir la misma naturaleza que el Padre, Dios exaltó altamente a Jesús y le dio autoridad sobre todo el universo. A Jesús se le ha dado una posición exaltada, Él ha sido hecho igual a su Padre. El Padre puso todas las cosas bajo Jesús, con excepción de sí mismo (1 Corintios 15:27). El Padre es, sin embargo, “mayor que” Jesús en autoridad (Juan 14:28).

Una lectura de la Biblia revela una clara distinción entre el Padre y el Hijo. La siguiente es una lista parcial que muestra la autoridad del Padre:

  • Él es el quien envió a su Hijo.

“Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo para ser el Salvador del mundo” (1 Juan 4:14).

  • Él es el que dio a su Hijo una obra que realizar.

Jesús dijo: “Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese” (Juan 17: 4).

  • Él es el que dijo a su Hijo lo que debía decir y hablar.

Jesús dijo: “Porque yo no he hablado de mí mismo; sino que el Padre que me envió, Él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar” (Juan 12:49).

  • Él es el que dio a su Hijo el poder sobre toda carne.

Jesús dijo: “Como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste” (Juan 17: 2).

  • Él es el único que dio autoridad a su Hijo.

Jesús dijo que Su Padre, “y también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre” (Juan 5:27).

  • Él es el que le dijo a su Hijo el sentarse a su derecha.

“Y, ¿a cuál de los ángeles dijo jamás: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies?” (Hebreos 1:13).

  • Él es el que ungió a su Hijo.

“Has amado la justicia, y aborrecido la maldad; Por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros” (Hebreos 1:9).

  • Él es el que le dio su Espíritu a Su Hijo.

“Porque el que Dios envió habla las palabras de Dios, pues Dios no le da el Espíritu por medida” (Juan 3:34).

  • Él es el que dio a su Hijo el tener vida en sí mismo.

“Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así dio también al Hijo que tuviese vida en sí mismo” (Juan 5:26).

  • Él es el que dio a su Hijo todo poder en el cielo y la tierra.

“Y Jesús vino y les habló, diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra” (Mateo 28:18).

  • Él es el que exaltó a su Hijo.

“Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo…” (Filipenses 2:9).

  • Él es el que dio a su Hijo un nombre que es sobre todo nombre.

“…y le dio un nombre que es sobre todo nombre” (Filipenses 2:9).

  • Él es el que ha puesto todas las cosas en manos de su Hijo.

“El Padre ama al Hijo y todas las cosas ha dado en su mano” (Juan 3:35).

  • Él es el que dio todo el juicio a su Hijo.

“Porque el Padre a nadie juzga, mas todo juicio dio al Hijo” (Juan 5:22).

  • Él es el único a quien Cristo estará sujeto por toda la eternidad.

“Y cuando todas las cosas le fueren sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a Él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos”  (1 Corintios 15:28).

  • Él es el único que es la cabeza de Cristo.

“Más quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón; y el varón es la cabeza de la mujer; y Dios la cabeza de Cristo” (1 Corintios 11:3).

  • Él es el único que es el Dios de nuestro Señor Jesucristo.

“…para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de Él” (Efesios 1:17).

 

En ningún caso nos encontramos con que lo contrario es verdadero. El Hijo nunca envió al padre a ningún lugar. El nunca dio al Padre un trabajo que realizar, o le mandó lo que debía hablar. El Hijo nunca dio el poder o la autoridad a su Padre. El Hijo nunca ungió a Su Padre. Tampoco dice que el Hijo le dio vida a su Padre. El Padre nunca ha estado, y nunca estará sujeto a su Hijo. El Hijo no es la cabeza del Padre, ni es su Dios. Se reconoce, más bien, que el Padre tiene el rango más alto. El intento constante de los trinitarios de querer hacer al Hijo absolutamente igual al Padre, lo único que prueba es que en realidad no lo es. Ellos nunca buscan demostrar que el Padre es igual al Hijo. Es cierto que Jesús es igual a su Padre en muchos aspectos, entre ellos la naturaleza, pero en cada uno de los aspectos mencionados en los versículos anteriores, el Padre tiene la posición más alta. De hecho, Él es el único ser en todas las Escrituras a quien se le dan los títulos de “más alto” o “Altísimo” (Marcos 5:7; Lucas 1:32).

¿Cuántos “el más Altísimo” se puede tener? Si hay más de un “el más Altísimo”, consecuentemente se eliminaría al más Altísimo, ya que ahora tienes un comité varios Altísimos. Sólo puede haber uno que es el más Altísimo.

Pablo escribió: “Mas quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón; y el varón es la cabeza de la mujer; y Dios la cabeza de Cristo” (1 Corintios 11:3). Al explicar la jerarquía, Pablo se detuvo cuando llegó a Dios. ¿Por qué? ¡No podía ir más arriba! El Padre es el Dios Altísimo y es la cabeza de Cristo.

Jesús nunca dijo ser igual, en todos los aspectos, a su Padre. En cambio, Él dejó muy claro el hecho de que su Padre es más grande que Él. Jesús dijo: “Mi Padre mayor que yo es” (Juan 14:28). También dijo: “Mi Padre que me las dio, es mayor que todos” (Juan 10:29).

Juan 8:58

“Jesus les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy”

Muchos trinitarios usan este texto como una evidencia concluyente de que Cristo es el Dios Altísimo, ya que Él utilizó el término “YO SOY”, para referirse a sí mismo. ¿Es este el caso? La Biblia dice que Jesús es “el Hijo del Altísimo” (Lucas 1:32). Aún los demonios son conscientes de este hecho. Un día, un hombre poseído se acercó a Jesús y le dijo (Marcos 5:7) “Jesús, Hijo del Dios Altísimo”. Jesús es el Hijo del Dios Altísimo y no el Dios Altísimo.

Veamos el libro de Éxodo, el único lugar que el término “Yo soy” se usa en el Antiguo Testamento. Moisés contempló un extraño fenómeno al mirar una zarza ardiente que no se consumía. La Biblia dice: “Y le apareció el Ángel de Jehová en una llama de fuego en medio de una zarza: y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía” (Éxodo 3:2). ¿Quién fue que se le apareció a Moisés? “El ángel del Señor.” ¿Quién es ese? Conforme Moisés se acercó a la zarza, el ángel del Señor le dijo: “No te acerques; quita tus sandalias de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es” (Éxodo 3:5). Podemos leer una situación similar con Josué, cuando él estaba a punto de rodear a Jericó.

“Y estando Josué cerca de Jericó, alzó sus ojos, y vio un varón que estaba delante de él, el cual tenía una espada desenvainada en su mano. Y Josué yéndose hacia Él, le dijo: ¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos? Y Él respondió: No; sino que he venido ahora como Príncipe del ejército de Jehová. Entonces Josué postrándose sobre su rostro en tierra le adoró; y le dijo: ¿Qué dice mi Señor a su siervo? Y el Príncipe del ejército de Jehová respondió a Josué: Quita tus zapatos de tus pies; porque el lugar donde estás es santo. Y Josué lo hizo así” (Josué 5:13-15).

Aquí, el Capitán de las huestes del Señor se le apareció a Josué y le dijo que desatara las sandalias de sus pies, debido a que el terreno donde se encontraba era santo. Sabemos que este no era un ángel, ya que un ángel no aceptaría la adoración de un hombre. Cuando Juan comenzó a adorar a un ángel, éste le dijo: “Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que tienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía” (Apocalipsis 19:10). Sabemos que el Capitán de las huestes del Señor que se le apareció a Josué no era Dios el Padre, porque “nadie ha visto jamás a Dios; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, Él le ha dado a conocer” Juan 1:18). Otra razón de que este no podía ser el Padre, es que esta persona se identificó como el “Príncipe del ejército del Señor” en lugar de “el Señor” mismo. El único ser que queda y que podría ser, es Jesucristo.

Cristo se le apareció a Josué y le dijo que se quitara los zapatos de sus pies, porque el terreno en que estaba era santo. Las Escrituras se refieren a menudo a Cristo como “el ángel del Señor.” La palabra “ángel” significa mensajero, y no siempre se refiere a la clase de seres que conocemos como ángeles. Jesús no es un ángel literal, sino que Él es el mensajero más importante para Dios. Dios le dijo a Moisés: “He aquí yo envío el Ángel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado. Guárdate delante de Él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque Él no perdonará vuestra rebelión: porque mi nombre está en Él” (Éxodo 23:20, 21). También leemos: “Y el Ángel de Dios que iba delante del campamento de Israel, se apartó, e iba en pos de ellos; y asimismo la columna de nube que iba delante de ellos, se apartó, y se puso a sus espaldas” (Éxodo 14:19). Cristo era el que iba delante de los hijos de Israel. Pablo escribió acerca de Israel que “y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la Roca espiritual que los seguía, y la Roca era Cristo” (1 Corintios 10:4).

De esta forma podemos ver que la única vez que el término “Yo soy” se usa en el Antiguo Testamento, como un nombre, se refiere a Cristo. Entonces, ¿cómo podemos concluir que porque Él utilizó el mismo término en el Nuevo Testamento que Él estaba afirmando ser el Dios Altísimo?

Algunos han argumentado que el término “YO SOY” significa “existencia eterna” o “sin principio.” Pero esta no es la definición adecuada del término. La palabra hebrea es אהיה – hayah en el tiempo imperfecto, lo cual significa:

1)  ser, llegar a ser, llegar a suceder, existir, ocurrir, caer

1a) (Qal)

1a1a) ocurrir, caer, acontecer, suceder, tener lugar, llegar a suceder

1A1B) llegar a suceder, tener lugar

1a2) venir a existencia, llegar a ser

1a2a) surgir, aparecer, venir

1a2b) llegar a ser

1a2b1) llegar a ser

1a2b2) llegar a ser como

1a2b3) ser instituido, ser establecido

1A3) ser

1a3a) existir, estar en existencia

1A3b) someterse a, permanecer, continuar (con una palabra de lugar o tiempo)

1a3c) estar en pie, tenderse, estar en, estar situado (con la palabra de la localidad)

1a3d) acompañar, estar con

1b) (Niphal)

1b1) ocurrir, llegar a suceder, ser hecho, ser provocado

1b2) estar hecho, estar acabado, haberse ido

(Léxico Hebreode Brown-Driver-Brigg).

La palabra hayah tiene varios significados, uno de los cuales es “venir a la existencia.” La palabra en sí no requiere una existencia eterna en el pasado sin principio. Sin embargo, se utiliza en el tiempo imperfecto aquí, que puede aplicarse a pasado, presente y futuro. A partir de esto, algunos han llegado a la conclusión de que “YO SOY” significa “sin principio”. Vamos a ver, sin embargo, cómo esta palabra es utilizada en otros lugares de la Biblia con exactamente el mismo tiempo.

La primera vez que se utiliza esta palabra es Génesis 1:2, que dice: “Y la tierra estaba [hayah en el tiempo perfecto] desordenada y vacía;…” Aquí hayah se utiliza en el tiempo perfecto en referencia a una acción completada en el pasado. La tierra estaba desordenada, pero ya no está así. Esa condición es pasada. El siguiente versículo dice: “Y dijo Dios: Sea la [hayah en el tiempo imperfecto] la luz: y fue la luz” (Génesis 1:3). Aquí hayah se utiliza en su forma imperfecta (al igual que en Éxodo 3:14) para expresar una condición que está en curso. La luz comenzó el primer día, pero continúa hasta nuestros días. Aquí nos encontramos con que hayah, en su forma imperfecta, no indica “sin principio”. De hecho y por el contrario; en este caso indica que tuvo un comienzo.

Hayah, en el tiempo imperfecto, se utiliza con relación a los seres humanos también. Dios dijo: “Y andaré entre vosotros, y yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis [hayah en forma imperfecta] mi pueblo” (Levítico 26:12; ver también Génesis 9:26; 41:40; Jueces 11: 9; Ruth 2:13; 2 Samuel 15:34).

Jesús es el YO SOY de Éxodo 3:14 y Juan 8:58, pero eso no significa que Él no recibió la vida de su Padre, como él mismo lo declaró, “Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así dio también al Hijo que tuviese vida en sí mismo” (Juan 5:26). Tampoco su uso del término indica que Él es el Dios Altísimo. Las Escrituras se refieren a Jesús como el “Hijo del Dios Altísimo”, “el Hijo del Altísimo” (Marcos 5:7; Lucas 1:32). El Padre es el único ser al que se le llama “el más Altísimo”, “el Altísimo”, “por encima de todo”, etc.

Por favor, no dejes que las teorías artificiales le impidan reconocer a Dios el Padre, como el único Dios Altísimo y a Jesucristo como su Hijo amado

Los Milagros de Jesús

Cuando Jesús estuvo en la Tierra, él levantó a los muertos, sanó a los enfermos, controló el clima, etc. Jesús señaló que estos milagros eran una prueba de que Él había sido enviado por Dios. Cuando Juan el Bautista envió mensajeros a Jesús para averiguar si él era el Mesías, Jesús respondió y les dijo: “Id, y decid a Juan las cosas que oís y veis. Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es predicado el evangelio” (Mateo 11:4, 5).

Algunos han llegado a la conclusión de que ya que Jesús fue capaz de realizar milagros, que entonces poseía poder omnipotente cuando estuvo en la tierra como un ser humano. No hay duda de que Jesús posee todo el poder ahora, ya que él dijo después de su resurrección: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra” (Mateo 28:18). Pero el período de tiempo en cuestión es durante la vida de Cristo en la tierra como un ser humano. Si Él tenía poder omnipotente como un ser humano, la realidad de Su sufrimiento en el Jardín de Getsemaní y en la cruz estaría en duda. (Por favor, consulte los capítulos sobre la muerte de Cristo en nuestro libro, Comprendiendo la Personalidad de Dios, para una explicación completa acerca de este punto.)

¿Prueba la capacidad de obrar milagros que una persona posee omnipotencia? Pedro dijo: “cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo y con poder; el cual anduvo haciendo el bien, y sanando a todos los oprimidos del diablo; porque Dios era con Él” Hechos 10:38). Aquí Pedro dijo que la realización de los milagros de Jesús, demostró que Dios estaba con él en lugar de demostrar que Él tenía poder omnipotente. Jesús verificó esto cuando dijo: “¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo de mí mismo; sino que el Padre que mora en mí, Él hace las obras” (Juan 14:10).

Si la capacidad de realizar milagros demuestra que una persona es todopoderosa, tendríamos que concluir que muchas personas en la Biblia eran todopoderosas. Dios sanó leprosos a través de Jesús. Él hizo lo mismo a través de Eliseo (2 Reyes 5:9-14). Dios resucitó a los muertos a través de Jesús. Él hizo lo mismo a través de Eliseo (2 Reyes 4:32). Dios abrió los ojos de los ciegos a través de Jesús. Dios cerró y abrió los ojos de todo un ejército a través de Eliseo (2 Reyes 6:18-20). Dios controló el tiempo a través de Jesús. Dios detuvo la lluvia durante tres años y medio, y luego hizo llover nuevamente a través de Elías (Santiago 5:17, 18). Estos son sólo algunos ejemplos de Dios obrando milagros a través de otros. Jesús dijo: “El que cree en mí, las obras que yo hago también él las hará; y mayores que éstas hará; porque yo voy a mi Padre” Juan 14:12). Jesús no estaba prometiendo que iba a transmitir poder omnipotente en sus discípulos, sino más bien que haría milagros a través de ellos.

El hacer milagros no prueba que el que habló físicamente o realizó el milagro, es todopoderoso. Es cierto que Jesús tenía más autoridad que cualquier humano mientras estuvo aquí. El Padre había ordenado a los ángeles que le adorarasen mientras estuvo en esta tierra (Hebreos 1:6). Él podía ordenar que se hiciera cualquier cosa, y los ángeles obedecerían sus órdenes (Mateo 8:5-10; 4:3). Sin embargo, Jesús reconoció que esta autoridad estaba sometida a la aprobación de su Padre. Cuando Pedro comenzó a luchar por él, Jesús dijo: “O ¿piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y Él me daría más de doce legiones de ángeles?” (Mateo 26:53).

Todos los milagros que Jesús realizó mientras estuvo en la tierra fueron realizados por el poder de Dios a través de sus ángeles.

Juan 10:17

Muchos cristianos creen que cuando Jesús estaba en la tierra Él era omnisciente (que todo lo sabía), omnipotente (que todo lo podía), omnipresente (que tenía la capacidad de estar en todos los lugares al mismo tiempo), e inmortal. Estos conceptos erróneos no permiten a las personas apreciar la magnitud del sacrificio y sufrimiento de Cristo en nuestro lugar. Si Cristo poseía estas cualidades divinas mientras estuvo en esta tierra, Él no podía haber experimentado sentimientos de sorpresa, terror, o ninguna preocupación por su futuro. Reduciría, de esta forma, su confusión emocional a un simple acto de recitar palabras de una obra de teatro, pretendiendo estar angustiado.

Algunos han sido confundidos por la siguiente declaración de Jesús: “Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar 2983. Nadie me la quita, sino que yo la pongo de mí mismo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar 2983. Este mandamiento recibí 2983 de mi Padre” (Juan 10:17, 18).* [Nota: * El número de Strong subrayado en este versículo representa una palabra griega en el texto original.]

La palabra griega λαμβανω – lambano que fue traducida “Yo podría tomar”, (con el número de Strong 2983), puede significar tomar, pero también significa “recibir (lo que ha sido dado), ganar, conseguir, obtener, volver” (Léxico Griego de Thayer). Tenga en cuenta que esta palabra también se usa en el versículo 18, pero aquí se traduce como “recibido”. Cristo dio su vida para poderla recibir de nuevo. La palabra griega εξουσιαν – exousia que fue traducida como “poder” puede significar poder, pero también significa “autoridad, permiso” (ibid.) Cristo tenía permiso para entregar su vida para que, de esta forma, pudiera recibirla nuevamente de su Padre.

La traducción de la KJV no es completamente exacta en este caso. Observe algunas otras traducciones de esta declaración: “Tengo autoridad para darla, y tengo autoridad para recibirla de nuevo. Este es el mandato que recibí de mi Padre” (Twentieth Century NT). “Autoridad, tengo, para ponerla, y autoridad, tengo de nuevo, para recibirla: Este mandamiento, recibí yo, de mi Padre” (1902 Rotherham Biblia). “Estoy autorizado para darla, y estoy autorizado para recibirla de nuevo. Este es el mandato que recibí de mi Padre” (1912 Weymouth NT Traducción). “Autoridad tengo para darla, y autoridad tengo, de nuevo, para recibirla; este el mandato que he recibido del Padre mío” (1865 Diaglot NT).

Las traducciones anteriores son correctas en la forma en que interpretan las palabras “autoridad” y “recibir”. Jesús no estaba diciendo que Él solo podía levantarse de entre los muertos. La profecía en el Salmo 88:8 fue cierta con respecto a El: “Encerrado estoy, y no puedo salir.”

Juan 10:30

Jesús dijo, “Yo y mi Padre uno somos”. Esto ha llevado a muchos a la confusión de que Jesús es el Padre, o que de alguna manera está unido a Él de tal forma que hace que el Padre y el Hijo sean un ser compuesto. No hay razón alguna para llegar a esta conclusión errónea. Para ello, es importante leer el contexto. Jesús dijo, “Yo y mi Padre uno somos. Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle. Les respondió Jesús: Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre, ¿por cuál de esas obras me apedreáis? Le respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; y porque tú, siendo hombre, te haces Dios. Jesús les respondió: ¿No está escrito en vuestra ley: Yo dije, dioses sois? Si llamó dioses a aquellos a los cuales vino la palabra de Dios (y la Escritura no puede ser quebrantada), ¿a quién el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Yo soy el Hijo de Dios?” (Juan 10:30-36).

La respuesta de Jesús a esta acusación de blasfemia fue doble. En primer lugar, se dirigió al uso de la palabra “Dios”. Él explicó que la palabra “dios” puede tener un significado muy amplio; puede incluso referirse a los humanos.* [Nota: * En la Biblia, la palabra “dios” tiene varios significados diferentes. En un sentido muy limitado, los hombres son llamados dioses. Tanto la palabra griega theos como la palabra hebrea elohim, que son la mayoría de las veces traducidas “dios”, se utilizan en referencia a los hombres. (Véase Éxodo 7:1; Salmo 82:6; Juan 10:34) Cuando la palabra “dios” se utiliza en este sentido, se puede decir entonces, que hay cientos y miles de dioses. En un sentido menos limitado, los ángeles son llamados dioses. David escribió acerca del hombre, “Le has hecho un poco menor que los ángeles [elohim]” (Salmos 8:5). La palabra “ángeles” en este versículo viene de la palabra hebrea elohim. La manera en que elohim se utiliza aquí, denota un tipo de ser que es más alto que el hombre, pero todavía se utiliza en un sentido limitado, y con esta definición, todavía seguiría habiendo muchos dioses. En referencia a Cristo, la palabra “dios” se usa en un sentido mucho menos limitado, para denotar su naturaleza de estar en el mismo nivel que su Padre, algo que no se puede decir de ningún otro ser en el universo. La Biblia dice que Cristo era “en la forma de Dios” (Filipenses 2:6). Pero incluso cuando la palabra “dios” se usa con referencia a Cristo, se utiliza en un sentido limitado, porque Cristo tiene un Dios que es “la cabeza de Cristo”, “por encima de todo”, y “mayor que” él (1 Corintios 11:3; Efesios 4:6 y Juan 14:28). Cuando la palabra “dios” se utiliza en su sentido absoluto e ilimitado, sólo hay una persona a la que se puede aplicar, Dios el Padre. Jesús dijo que Su Padre es “el único Dios verdadero” (Juan 17:3). Pablo dijo, “no hay más que un solo Dios…Dios, el Padre.” (1 Corintios 8:4, 6)] Jesús básicamente dijo, “No seas tan susceptible con la palabra ‘dios’, incluso a los seres humanos se les llama ‘dios'”.

Después de dejarlos sin argumentos con respecto a la utilización de la palabra “Dios”, Jesús negó la acusación de que él decía ser Dios, señalando que su pretensión no era más que ser “el Hijo de Dios.” Los judíos evidentemente entendieron sus palabras, porque cuando él fue finalmente acusado de blasfemia y condenado a muerte, la acusación fue que Jesús dijo ser el Hijo de Dios.

Cuando Jesús compareció ante Caifás, la Biblia dice: “Mas Jesús callaba. Y el sumo sacerdote respondiendo, le dijo: Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios” (Mateo 26:63). El relato de Lucas dice: “Entonces todos dijeron: ¿Luego eres tú el Hijo de Dios? Y Él les dijo: Vosotros decís que lo soy. Entonces ellos dijeron: ¿Qué más testimonio necesitamos? porque nosotros mismos lo hemos oído de su boca” (Lucas 22:70, 71). Después de esto, Jesús fue llevado ante Pilato y cuando Pilato dijo que no pudo encontrar ningún delito en Él, “Los Judíos le respondieron: Nosotros tenemos una ley, y según nuestra ley debe morir, porque se hizo a sí mismo el Hijo de Dios” (Juan 19:7).

La impresionante multitud que estaba en la crucifixión de Cristo dijo: “Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere, porque ha dicho: Yo soy el Hijo de Dios” (Mateo 27:43). Naturalmente, las acusaciones más fuertes acerca de Cristo provendrían de los que le condenaron a muerte. Si hubieran podido acusarlo legítimamente de pretender ser “Dios”, ellos lo habrían hecho. Sin embargo, todos ellos dijeron que su pretensión era el ser el Hijo de Dios. Este es exactamente quien Jesús dijo que él era (Mateo 26:63, 64; Lucas 22:70, 71). Jesús nunca dijo que él era Dios. La única vez que se le acusó de tal demanda, negó rotundamente esta acusación.

Juan 14:9

“Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y aún no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos al Padre?”

Algunas personas han visto una vislumbre de la trinidad en este versículo. Parecen leer de esta manera: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; porque yo soy el Padre”. Sin embargo, esta es una interpretación imposible de este versículo. Jesús dijo: “Y el Padre mismo que me envió da testimonio de mí. Vosotros nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su parecer” (Juan 5:37). Jesús había dicho que sus oyentes nunca habían visto literalmente al Padre, así que cuando él les dijo a sus discípulos que ellos han “visto al Padre” Él no estaba hablando en un sentido literal. En su lugar, ellos habían visto el carácter del Padre manifestado en su vida. Jesús aclaró el significado en el siguiente versículo: “¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo de mí mismo; sino que el Padre que mora en mí, Él hace las obras” (Juan 14:10). Aquí Jesús explicó que cuando la gente vio las obras de Jesús y oyeron sus palabras, era como si estuvieran viendo al Padre, porque el Padre era el que hacía las obras de Jesús.

Esto es similar a lo que Pablo dijo cuando escribió, “Con Cristo estoy juntamente crucificado; más vivo, ya no yo, sino que Cristo vive en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20). Aquí Pablo afirmó que la vida que la gente veía en él no era su vida, sino la vida del Hijo de Dios. Él estaba diciendo: “Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por Jesús, para que también la vida de Jesús sea manifestada en nuestra carne mortal” (2 Corintios 4:11).

Si la vida de Cristo se manifiesta plenamente en mi vida, sería apropiado que yo diga: “Si me has visto has visto a Cristo, porque Cristo vive en mí.” Esto es esencialmente lo mismo que Jesús estaba diciendo acerca de su Padre. Él manifestó la vida del Padre más plenamente de lo que nadie lo había hecho, y ya que Él sabía que era su Padre el que hacía las obras y le daba las palabras que debía decir, Él estaba dando crédito a quien lo merecía. Él no estaba tratando, de ninguna manera, de convencer a sus discípulos que Él es parte de un Dios “triuno”.

Juan 14:15, 16

“Si me amáis, guardad mis mandamientos; y yo rogaré al Padre, y Él os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: El Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; mas vosotros le conocéis; porque está con vosotros, y morará en vosotros”.

El propósito del don del Consolador es que esté con los discípulos para siempre. Esta fue una noticia excelente para los discípulos, porque estaban tristes de escuchar que pronto Cristo partiría. Jesús continuó su discurso, afirmando que enviaría “El Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; mas vosotros le conocéis; porque está con vosotros, y morará en vosotros” (Juan 14:17).

Jesús dijo que el mundo no puede recibir el Espíritu de verdad, porque no lo ve ni lo conoce. El mundo no ve que este regalo está disponible para ellos, ni conocen a la persona que es el Consolador.

Inmediatamente después de esta explicación Jesús dijo algo sorprendente. Le dijo a sus discípulos: “pero vosotros le conocéis.” ¿Cómo podían los discípulos conocer el “Consolador, que es el Espíritu Santo” prometido (v 26),* [Nota: * Cada vez que en la Biblia se encuentra el término, “Fantasma Santo”, debería traducirse como “Espíritu Santo”. A veces los traductores de la Biblia escogieron traducir πνευμα αγιον (hagion pneuma) como “Fantasma Santo”, y otras veces la misma frase traducida como “Espíritu Santo” (Lucas 11:13). Espíritu Santo es la traducción más exacta], si Jesús todavía no había rogado por el regalo, y es evidente que todavía no se había dado? Juan declaró, “el Espíritu Santo aún no había venido; porque Jesús aún no había sido glorificado” (Juan 7:39).

Jesús explicó, “… más vosotros le conocéis; porque está con vosotros, y morará en vosotros” (Juan 14:17). ¿Quién moraba con los discípulos? ¡Jesucristo! Jesús explicó que esa Persona que moraba con ellos pronto estaría en ellos. Sin duda que para el Consolador, sería mejor habitar en los discípulos y no fuera de ellos. Eso es exactamente lo que Jesús dijo poco tiempo después. En el mismo discurso, Jesús dijo: “Mas yo os digo la verdad: Os es conveniente [beneficioso] que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; más si me fuere, os le enviaré” (Juan 16:7).

Jesús dijo que sus discípulos estarían mejor si Él los dejaba, se iba a su Padre, y enviaba al Consolador para que habitara en ellos. También señaló que la venida del Consolador dependía de su partida y su glorificación. Mientras Cristo vivía en la tierra como un hombre, no era posible que este Consolador prometido viniera a vivir con los discípulos.

Jesús no terminó su conversación en el versículo 17. En el versículo siguiente Dijo: “No os dejaré huérfanos: vendré a vosotros” (Juan 14:18). Esto arroja una gran cantidad de luz sobre el tema. Esto explica por qué el Consolador no podía venir hasta después de que Cristo partiera y fuese glorificado, porque Cristo dijo que Él mismo vendría de nuevo a sus discípulos para consolarlos.

Sigamos leyendo el discurso de Cristo para ver cómo Él reforzó este punto. Él dijo: “Todavía un poco, y el mundo no me verá más; mas vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis. En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros. El que tiene mis mandamientos, y los guarda, éste es el que me ama; y el que me ama, será amado de mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él” (Juan 14:19, 20). Unos momentos antes Jesús había dicho a sus discípulos que el Consolador “estaría en vosotros.” Ahora, Jesús dice que cuando venga el Consolador, “vosotros conoceréis que yo estoy en vosotros.” Jesús aseguró a sus discípulos que él no enviaría a alguien más para consolarlos, sino que él mismo vendría como su Consolador. ¿No es hermoso? Los discípulos se habían convertido en amigos cercanos de Cristo; tan cercanos que Juan se sintió cómodo apoyado en su seno. Que Cristo estuviera cerca era un consuelo para ellos. Ahora Jesús les da una noticia maravillosa. Les dice que después de que Él vaya a su Padre, Él vendría de nuevo a ellos como el Consolador, y que sabrían que él era el que estaba morando en ellos y entonces reconocerían que la misma persona que estaba morando con ellos, estaba ahora en ellos a través de su Espíritu.

A continuación, Jesús dijo algo que hizo que uno de sus discípulos le preguntara cómo acontecería esto. Jesús dijo: “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él. Le dijo Judas (no el Iscariote): Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo? Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él. (Juan 14: 21-23).

Muchas personas creen que en Juan 14, Jesús estaba tratando de enseñar a sus discípulos que Dios es una trinidad, que el Espíritu Santo es un tercer miembro de la familia de Dios. Sin embargo, cuando se le preguntó a Jesús que explicara lo que había dicho, Él no dijo algo similar a “Dios es una trinidad de personas.” En cambio, Jesús dejó muy en claro el hecho de que después de dejar el mundo, Él volvería para hacer su morada en los corazones de sus discípulos. No solamente Él volvería, sino que su padre vendría con él y ambos vivirían en los corazones de sus hijos; no físicamente, sino por el Espíritu de Dios. De esta manera, los discípulos podrían tener comunión íntima con el Padre y con su Hijo. Juan enfatizó esto cuando escribió: “Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo” (1 Juan 1: 3).

Al comienzo del discurso de Cristo, en la última cena Él dijo: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas mansiones hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho. Voy, pues, a preparar lugar para vosotros” (Juan 14: 1, 2). Si la venida del Consolador fuera algo más que la presencia del Padre y del Hijo, Él os lo hubiera dicho. Si Dios se compone de tres personas, Él os lo hubiera dicho. Si el único Dios verdadero fuera alguien más que sólo el Padre, Jesús os lo hubiera dicho. En cambio, al final de este discurso, Jesús dijo que su Padre es “el único Dios verdadero” (Juan 17:3).

Si Jesús quería que nosotros creamos que Dios es una trinidad, Él hizo un trabajo muy pobre para explicarlo. Tuvo muchas oportunidades para explicar que Dios es una trinidad, pero nunca lo hizo. No sólo falló al decirnos que Dios es una trinidad, sino que hizo declaraciones, una y otra vez, que no están en armonía con la doctrina de la trinidad. Si Él quería que nosotros creyésemos que Dios es una trinidad, Él hizo muchas declaraciones que servirían sólo para confundir más que aclarar. Pero “Dios no es autor de confusión” (1 Corintios 14:33). Jesús quiere que creamos que “hay un solo Dios; y no hay otro fuera de él”, “Dios Padre”, quien es “el único y verdadero Dios “(Marcos 12:32; Juan 6:27; 17:3).

Juan expresó, en varios otros versículos, la hermosa verdad de Dios el Padre y Su Hijo Jesucristo que mora en nosotros. Él escribió: “Cualquiera que se rebela, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, el tal tiene al Padre y al Hijo” (2 Juan 1: 9). En 1 Juan 2:22, 23, escribió: “¿Quién es mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Éste es anticristo, que niega al Padre y al Hijo. Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre: (pero). El que confiesa al Hijo tiene también al Padre” Es verdaderamente una bendición tener comunión personal con el Padre y con su Hijo, y estoy muy agradecido de que Dios lo haya puesto a nuestra disposición.

John 16:13-15

“Más cuando viniere el Espíritu de verdad, Él os guiará a toda verdad; porque no hablará de sí mismo, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que han de venir. Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre, mío es; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber”.

Estos textos son, probablemente, los más fuertes en la Biblia que sugieren que el Espíritu Santo es una persona distinta al Padre y al Hijo, ya que es personificado al decir, el “hablará” lo que “lo oirá.” Sin embargo, estos textos no requieren una conclusión que contradiga el resto del testimonio que las Escrituran dan acerca del Espíritu Santo. En el contexto inmediato de esta declaración, hay varias declaraciones de Jesús que contradicen la idea de que el Espíritu Santo es una persona distinta del Padre y del Hijo. Jesús comenzó su discurso sobre este tema en Juan 14 en la última cena. Cuando se le pidió que explicase el asunto relacionado con el Consolador Jesús le contestó: “Si alguno me ama, mis palabras guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos con él morada” (Juan 14:23). Jesús explicó que el Consolador es la presencia interior de ambos, el Padre y el Hijo.

Más adelante en este discurso Jesús dijo: “El que me aborrece, también a mi Padre aborrece. Si yo no hubiese hecho entre ellos obras que ningún otro ha hecho, no tendrían pecado; mas ahora también ellos las han visto, y nos han aborrecido a mí y a mi Padre” (Juan 15:23, 24). En este discurso Jesús habló varias veces de sí mismo y de su Padre. Luego habló acerca del Espíritu Santo de esta manera: “Pero cuando viniere el Consolador, al cual yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, Él dará testimonio de mí” (Juan 15:26). Aquí se dice que el Consolador procede del Padre. La palabra “procede” está en el tiempo presente, tanto en inglés como en el griego original, lo que indica una acción que está en curso. El Espíritu Santo procede del Padre en un proceso continuo y permanente. Esto demuestra que el Padre es la fuente del Espíritu Santo. Es su propio Espíritu personal, el cual dio a su Hijo, el cual lo comparte también con nosotros.

El género de las palabras griegas originales en Juan 15:26 es interesante. “Pero cuando venga el Consolador [masculino], quien [masculino] yo os enviaré del Padre, el Espíritu [neutro] de verdad, el cual [neutro] procede del Padre, él [masculino] dará testimonio de mí” (Juan 15:26). La frase, “el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre” es un pensamiento entre paréntesis, incluido en este versículo como una explicación de la identidad del Consolador. Esta explicación incluye un pronombre neutro en referencia al Espíritu Santo (“cual” en lugar de “quién”.) Esto puede parecer insignificante ya que Juan solamente estaba siguiendo las reglas de la gramática griega que dictan que un pronombre debe estar de acuerdo, en número y género, con su antecedente (“Espíritu” en este caso). Sin embargo, hay momentos en que los escritores de la Biblia omitieron las reglas de la gramática griega cuando se habla de personas reales.

Juan escribió: “Y miré, y he aquí el Cordero [αρνιον – neutro] estaba sobre el monte Sión, y con él [αυτου – masculino], ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el [αυτου – masculino] nombre del Padre escrito en sus frentes” (Apocalipsis 14: 1). Aquí Juan rompió las reglas de la gramática griega y se refirió al Cordero utilizando pronombres masculinos aunque la palabra “Cordero” es neutro en griego.

Juan no fue el único escritor de la Biblia que rompió las reglas de la gramática griega para demostrar la personalidad literal de la representada por un pronombre. Marcos escribió, “Y tomando la mano de la muchacha [παιδιου – neutro], le dijo: [αυτη – femenino], Talitha cumi; que es si lo interpretares, Muchacha, a ti te digo, levántate” (Marcos 5:41). Para más ejemplos como estos, lea Mateo 2:13, 14, 20, 21; Lucas 1:59, 80; 2:21.

Había suficientes precedentes bíblicos para que Juan omitiera las reglas de la gramática griega cuando se refirió al Espíritu Santo si quería darle personalidad mediante el uso de los pronombres masculinos. ¡Pero nunca lo hizo! (Hay lugares en los que puede parecer que los pronombres masculinos se refieren a la palabra neutra Espíritu, pero todos los casos en realidad se refieren a la palabra masculina ‘Consolador’). En todos los pasajes donde Juan estaba utilizando pronombres para referirse al Espíritu, el utilizó pronombres neutros aun cuando, en el contexto inmediato, se utilizaron los pronombres masculinos para la palabra Consolador. Lo mismo es cierto para todos los otros escritores del NT de la Biblia. Al parecer, ninguno de estos hombres entendió que el Espíritu Santo era una persona diferente e independiente del Padre y del Hijo.

Unos pocos versículos después, Jesús dijo: “Y esto os harán, porque no han conocido al Padre, ni a mí” (Juan 16:3). Una vez más, Jesús refuerza la verdad de que los que se rebelan contra Dios, se rebelan contra ambos, el Padre y el Hijo. Las palabras que Jesús habló, indican claramente, que Él no tenía conocimiento de ninguna tercera persona divina.

Un par de versículos después Jesús dijo: “Mas ahora voy al que me envió; y ninguno de vosotros me pregunta: ¿A dónde vas?” (Juan 16:5, 10). Jesús sabía que pronto se iría y se reuniría con su Padre que lo envió. No esperaba reunirse con ninguna tercera persona divina llamada Espíritu Santo. Las palabras de Cristo, mientras estuvo aquí, indican que él no creía que Dios sea una trinidad de personas.

En el contexto inmediato antes de Juan 16:13, Jesús explicó que el Consolador es la presencia interior de ambos, del Padre y del Hijo (Juan 14:23). Más tarde dijo: “… mi Padre mayor que yo es” (Juan 14:28), una verdad incompatible con la doctrina de la trinidad. En este discurso Jesús habló varias veces de sí mismo y de su Padre (Juan 15:23, 24; 16:3, 5). Luego habló del Espíritu Santo de esta manera, “…el Consolador…procede del Padre” (Juan 15:26). Jesús habló del Espíritu Santo como la posesión personal de Dios, el Padre (Su propio Espíritu), que ha dado a Su Hijo, el cual también comparte con nosotros. Ya que el Espíritu es la presencia espiritual de ambos, del Padre y del Hijo, es natural que este sea personificado. Esto se puede hacer para demostrar que el Espíritu es algo más que una fuerza impersonal. Jesús se refirió a sí mismo como “él”, “para él”, etc. (Juan 5:19, 20). Es razonable que en Juan 16:13 Jesús estuviera enfatizando la personalidad del Espíritu Santo como contrario a una mera fuerza impersonal, en lugar de tratar de convencer a sus oyentes de que el Espíritu Santo es la tercera persona divina literal. Este entendimiento armoniza con la gran cantidad de declaraciones no trinitarias que Jesús hizo en el contexto inmediato de Juan 16:13. Es peligroso llegar a una conclusión que no está de acuerdo con el contexto. ¡El contexto es el rey!

Unos pocos versículos después, Jesús dijo, “pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me amasteis, y habéis creído que yo salí de Dios. Salí del Padre, y he venido al mundo; otra vez dejo al mundo y voy al Padre. Sus discípulos le dijeron: He aquí, ahora hablas claramente y ninguna parábola dices. Ahora entendemos que sabes todas las cosas, y no necesitas que nadie te pregunte; por esto creemos que has venido de Dios” (Juan 16: 27-30).

Aquí Jesús informó a sus discípulos que él fue enviado por su padre y pronto volvería a su Padre. No mencionó que volvería a una tercera persona. Se puede argumentar que el Espíritu Santo es un ser espiritual que está en todas partes a la vez, y que por lo tanto donde Jesús iría Él estaría con el Espíritu Santo. Sin embargo, el siguiente verso descalifica ese argumento. Jesús dijo: “He aquí la hora viene, y ya ha venido, en que seréis dispersados cada uno a los suyos, y me dejaréis solo; mas no estoy solo, porque el Padre está conmigo” (Juan 16:32). Aquí Jesús afirmó que aun cuando los seres humanos lo dejaron solo, que había alguien que estaba con él, y que ese era su padre. Jesús sabía que su padre estaba físicamente en el cielo (Mateo 7:21; 10:32), sin embargo, Él afirmó que su Padre estaba con Él e incluso viviendo dentro de él (Juan 14:10). Jesús afirmó que el Espíritu que vivía en Él y con Él, no era una tercera persona divina, sino más bien su Padre.

Justo después de decir estas palabras, Jesús “levantó los ojos al cielo, y dijo: “Y ésta es la vida eterna: Que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo a quien tú has enviado” (Juan 17: 3). Este versículo es completamente incompatible con la idea de que Dios se compone de una trinidad de personas. Jesús dijo que la vida eterna depende de conocer sólo dos personas, el Padre y Su Hijo. Si el Espíritu Santo es la tercera persona divina, no es necesario conocerlo, y Jesús habló como que si Él tampoco la conocía.

En su oración de cierre después de este discurso Jesús dijo: “Y ya no estoy en el mundo; pero éstos están en el mundo, y yo a ti vengo. Padre Santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros…Para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. Y la gloria que me diste, yo les he dado; para que sean uno, como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfeccionados en uno; y para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado como también a mí me has amado” (Juan 17:11, 21-23).

Aquí Jesús habló de la unidad que podemos tener con Él y Su Padre, y dejó fuera cualquier mención del Espíritu Santo como una tercera persona que participa en esta unidad.

El contexto inmediato de las palabras de Cristo en Juan 16:13 demuestran, una y otra vez, que Jesús no creía que el Espíritu Santo fuera una tercera persona independiente. Este hecho nos obliga a entender Juan 16:13 de manera que armonice con la verdad de que el Padre y el Hijo son las únicas personas divinas involucradas en nuestra salvación. A lo largo de su ministerio Jesús enseñó que Dios es su Padre y que el Espíritu Santo es el Espíritu del Padre y no un individuo separado. A modo de ejemplo, cuando Jesús fue acusado de echar fuera demonios por el príncipe de los demonios, Él dijo: “si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, entonces el reino de Dios ha llegado a vosotros” (Mateo 12:28). Lucas registró esta declaración, “Mas si por el dedo de Dios echo yo fuera los demonios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros” (Lucas 11:20).

Aquí nos encontramos con que Jesús usó el término “el Espíritu de Dios” como sinónimo de “el dedo de Dios.” Jesús entendía que el Espíritu de Dios era una extensión del Padre que “procede del Padre” (Juan 15:26).

Si el único testimonio que tuviéramos de la Biblia fuese Juan 16:13 posiblemente podríamos concluir que Jesús estaba enseñando que el Espíritu Santo es una tercera persona distinta del Padre y del Hijo. Pero, tenemos el beneficio del contexto inmediato de estas palabras, y nos vemos obligados a interpretar estas palabras de una manera que esté en armonía con el resto de las Escrituras, lo que indica claramente que el Espíritu Santo es la presencia espiritual y personal del Padre y el Hijo.

Hechos 5:3, 4

“Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué ha llenado Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y te quedases con parte del precio de la heredad? Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti? y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por qué pusiste esto en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios”.

Muchos trinitarios usan estos versículos como pruebas concluyentes de que el Espíritu Santo es una tercera persona independiente, o ser llamado, Dios el Espíritu Santo, pero eso no es lo que dicen estos versículos. Según la Biblia el Espíritu Santo es el Espíritu de Dios. “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual estáis sellados para el día de la redención” (Efesios 4:30). El Espíritu Santo es llamado “el Espíritu de vuestro Padre”. Por favor, compare los siguientes versículos como evidencia de este hecho: “Porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros” (Mateo 10:20). Marcos escribió, “Y cuando os llevaren y entregaren, no os preocupéis por lo que habéis de decir, ni lo premeditéis; sino lo que os fuere dado en aquella hora, eso hablad; porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo” (Marcos 13:11). “El Espíritu Santo” es “el Espíritu de vuestro Padre.”

Jesús dijo lo mismo cuando explicó: “Pero cuando viniere el Consolador, al cual yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, Él dará testimonio de mí” (Juan 15:26). El Espíritu Santo es el Espíritu de Dios, el Padre, que procede de Él a través de su Hijo Jesucristo, para nosotros. Pablo escribió, “nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hayamos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y de la renovación del Espíritu Santo; el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador” (Tito 3: 5, 6). Cuando recibimos el Espíritu del Padre que viene a nosotros a través de Su Hijo, recibimos el beneficio adicional de recibir el Espíritu de su Hijo también. “Y por cuanto sois hijos, Dios envió el Espíritu de su Hijo a vuestros corazones, el cual clama: Abba, Padre” (Gálatas 4: 6). Jesús dijo: “Si alguno me ama, mis palabras guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos con él morada”  (Juan 14:23).

En el día de Pentecostés, Pedro enseñó la misma verdad cuando predicó, “A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que ahora vosotros veis y oís” (Hechos 2:32, 33). Jesús dijo: “…vuestro Padre celestial [deberá] dará el Espíritu Santo a los que le piden” (Lucas 11:13).

Cuando nos damos cuenta de que el Espíritu Santo es el Espíritu del Padre que viene a nosotros a través de Su Hijo, entonces Hechos 5:3, 4 cobra perfecto sentido. Por favor, léalo de nuevo y véalo por usted mismo.

La palabra santo es un adjetivo que nos proporciona una descripción del Espíritu de Dios. Dios tiene un Espíritu y Su Espíritu es santo. Mentir al Espíritu de Dios es mentir a Dios. Esto se debe a que su Espíritu es Él mismo, no otra persona. Si yo mintiera a su espíritu, usted no supondría que mentí a alguien que no sea usted. Seamos razonables con las Escrituras cuando se refieren al Espíritu de Dios.

Hechos 13:2

“Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Separadme a Bernabé y a Saulo para la obra para la cual los he llamado”.

Algunos han argumentado que, dado que el Espíritu Santo puede hablar a la gente, esto demuestra que es un tercer individuo separado. Sin embargo, ya que el Espíritu Santo es el Espíritu del Padre, entonces ciertamente Él puede hablar a su pueblo por su propio Espíritu. Los textos de la Biblia que demuestran la personalidad del Espíritu Santo no prueban que el Espíritu Santo es un individuo separado, sino que demuestran que es algo más que una fuerza; es el Espíritu propio y personal de Dios.

He visto muchas presentaciones trinitarias donde se gastan mucho tiempo y energía para demostrar la personalidad del Espíritu Santo, mostrando casos en los que se entristece, donde puede hablar, privar, etc. Los presentadores triunfalmente proclaman que debido a esto, el Espíritu Santo debe ser una persona distinta y separada del Padre y del Hijo. Sin embargo, ¿qué pasa con Daniel 7:15 donde dice, “Yo Daniel, fui turbado en mi espíritu en medio de mi cuerpo, y las visiones de mi cabeza me asombraron”? ¿Quiere esto decir que alguien independiente y distinto de Daniel era el que estaba afligido? ¡Por supuesto que no! Cuando el espíritu de Daniel se entristeció, era Daniel el que estaba triste. No hay ninguna razón para concluir que cuando el Espíritu de Dios se entristece, habla, se le priva, se le miente, etc., que Su Espíritu debe ser alguien que no sea Él mismo.

Dios tiene la capacidad única de proyectar su Espíritu para que esté en todas partes al mismo tiempo. David escribió: “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú; y si en el infierno hiciere mi lecho, he aquí allíestás. Si tomare las alas del alba, y habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra” (Salmos 139:7-10). De esta manera, Él puede vivir en mí y en alguien que esté en China, al mismo tiempo. Debido a esta capacidad única, las Escrituras muchas veces hablan del Espíritu de Dios de una manera que podría ser mal interpretada, en el sentido de que su Espíritu es independiente a Dios mismo. El hecho de que el Espíritu de Dios es omnipresente, no significa que se trata de un individuo separado.

Pablo dijo: “Bien habló el Espíritu Santo por el profeta Isaías a nuestros padres” (Hechos 28:25). Pedro escribió: “porque la profecía no vino en tiempo pasado por la voluntad del hombre; sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo guiados por el Espíritu Santo” (2 Pedro 1:21). Los apóstoles entendieron que las Escrituras fueron inspiradas por el Espíritu Santo, que habló con, y por medio de los profetas. Sin embargo, ellos no entendían que el Espíritu fuese un individuo independiente. Note lo que Pedro escribió: “escudriñando cuándo o en qué punto de tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, cuando prenunciaba los sufrimientos de Cristo, y las glorias después de ellos” (1 Pedro 1:11). Aquí nos encontramos con que Pedro usó los términos “Espíritu Santo” y “el Espíritu de Cristo” de manera intercambiable.

Pablo expresó de manera similar cuando escribió: “Mas vosotros no estáis en la carne, sino en el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de Él. Y si Cristo está en vosotros, el cuerpo a la verdad está muerto a causa del pecado; pero el Espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de Aquél que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros; el que levantó a Cristo de entre los muertos, vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros” (Romanos 8:9-11). Pablo intercambia los términos “Espíritu de Dios”, “Espíritu de Cristo”, “Cristo”, “Espíritu de él”, y “su Espíritu”. Pablo entendió que cuando Cristo está en nosotros, el Espíritu de su Padre está en nosotros, tal como dijo Jesús a su Padre, “Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfeccionados en uno; y para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado como también a mí me has amado” (Juan 17:23).

El Espíritu Santo es el Espíritu del Padre en Cristo y viviendo en nosotros. Es por esto que los términos son intercambiables. La capacidad del Espíritu de hablar, guiar y dirigir a su iglesia, no indica que él sea un individuo separado, sino que demuestra el modo en que Dios mismo dirige los asuntos de su iglesia a través de su Espíritu Santo.

Romanos 9:5

“de quienes son los padres, y de los cuales vino Cristo según la carne, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por siempre, Amén”.

Algunos han utilizado este versículo en un intento por demostrar que Jesús es “el Altísimo”. Sin embargo, eso no es lo que dice el texto. Se dice que Cristo es bendecido por Dios sobre todas las cosas. Dios lo bendijo más de lo que Él ha bendecido a nadie más. Es cierto que la ubicación de las comas en este texto apoya la idea de que Cristo es el Dios Altísimo. Sin embargo, no había comas en los manuscritos griegos originales, y esta interpretación pondría a este texto, en oposición a muchos otros versículos de la Biblia. La Biblia dice que hay “un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todo, y por todo, y en todos vosotros” (Efesios 4: 6). El Padre es llamado “el Altísimo” (Lucas 1:32), y “el Dios Altísimo” (Marcos 5:7). Jesús dijo: “Mi Padre…es mayor que todos” (Juan 10:29), y “el Padre mayor es que yo” (Juan 14:28). Dios el Padre, está por encima de todo, incluyendo al Hijo de Dios. Cualquier interpretación de Romanos 9:5 debe estar en armonía con estos otros textos.

Jesús está sobre todas las cosas, a excepción de su Padre. Pablo escribió: “Luego vendrá el fin; cuando haya entregado el reino al Dios y Padre, cuando hubiere abatido todo imperio, y toda potencia y potestad. Porque es menester que Él reine, hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. Y el postrer enemigo que será destruido, es la muerte. Porque todas las cosas sujetó debajo de sus pies. Pero cuando dice: Todas las cosas son sujetadas a Él, claramente se exceptúa al que sujetó a Él todas las cosas. Y cuando todas las cosas le fueren sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a Él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos” (1 Corintios 15:24-28).

Dios el Padre, ha puesto todas las cosas bajo los pies de su Hijo. Sin embargo, el Padre no se puso bajo su Hijo. Algo similar ocurrió cuando el faraón puso todo su reino bajo José, y le dijo: “Tú serás sobre mi casa, y por tu palabra se gobernará todo mi pueblo: solamente en el trono seré yo mayor que tú”  (Génesis 41:40). El Padre es, sobre todo, en el sentido absoluto ya que Él está incluso por encima de su Hijo. Jesús es el que sigue a su Padre en autoridad, y está por encima de todo lo demás.

Pablo escribió: “para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de Él; alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza de su llamamiento, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos; y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fortaleza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos, y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y potestad y potencia y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este mundo, sino también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia” (Efesios 1: 17-22). Verdaderamente, Dios bendijo a su hijo sobre todas las demás cosas. Jesucristo es “sobre todo lo que Dios ha bendecido por siempre” (Romanos 9:5 sin las comas que fueron agregadas por los hombres).

No hay ninguna razón para leer Romanos 9:5 y llegar a una conclusión que contradiga el resto de las Escrituras.

2 Corintios 13:14

“La gracia del Señor Jesucristo, y el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sea con todos vosotros, Amén”.

Este texto es a veces llamado “la bendición apostólica”, y se utiliza en un intento de demostrar que Dios se compone de tres personas. Sin embargo, vamos a examinar los hechos. ¿Quién es Dios en este versículo? La mayoría de personas estarían de acuerdo en que la única persona a la que se refiere como Dios en este versículo es Dios el Padre. Obviamente, Pablo no escribió esto para promover la idea de que Dios está formado por tres personas, sino en cambio, que Dios es una sola persona. Esto está de acuerdo con la carta anterior de Pablo a los Corintios, cuando escribió: “más para nosotros sólo hay un Dios, el Padre, de quien son todas las cosas, y nosotros en Él; y un Señor, Jesucristo, por el cual son todas las cosas, y nosotros por Él” (1 Corintios 8:6). Según Pablo, el “único Dios” de la Biblia es solamente Dios el Padre. El “un Señor” es Jesucristo. Si el “único Dios” es el Padre y el “un Señor” es Jesucristo en este verso, ¿quién es el Espíritu Santo? Jesús dijo que es el Espíritu del Padre (Mateo 10:20; Lucas 11:13; Juan 15:26).

Algunos dicen que el término “la comunión del Espíritu Santo” demuestra que el Espíritu Santo debe ser un individuo separado del Padre y del Hijo. El argumento que se ha señalado es que no se puede tener comunión con nadie más que una persona. No se puede tener comunión con una mesa, o con una silla, etc. Esto es cierto, pero el texto no dice, “la comunión con el Espíritu Santo”, sino más bien, “la comunión del Espíritu Santo.”

Pablo también escribió: “A fin de conocerle, y el poder de su resurrección y la participación [κοινωνια – koinonia – ‘comunión’] de sus padecimientos, en conformidad a su muerte” (Filipenses 3:10). Aquí Pablo usa la misma palabra griega que usó en 2 Corintios 13:14. Dijo que él deseaba conocer el compañerismo o la comunión de los sufrimientos de Cristo. Tener comunión significa que participamos de algo. Debemos de participar del Espíritu de Dios y de los sufrimientos de Cristo.

Hay una diferencia entre tener comunión “de” y tener comunión “con” algo o alguien. Usted puede tener comunión “de” los sufrimientos de Cristo, a pesar de que sus sufrimientos no son una persona, pero no se puede tener comunión “con” sus sufrimientos.

Juan nos explica “con” quién debemos tener comunión. Él dice: “Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros: y nuestra comunión es verdaderamente [κοινωνια – koinonia – ‘comunión ‘] con el Padre y con su Hijo Jesucristo” (1 Juan 1:3). Definitivamente, si Juan hubiese conocido a un tercer dios, él hubiese querido que tengamos comunión con él también, pero no hay ninguna mención de otra persona. Juan dice además: “Cualquiera que se rebela, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, el tal tiene a ambos, al Padre y al Hijo” (2 Juan 9). “Ambos” significa dos, y sólo dos.

Por lo tanto, debemos tener la gracia del Señor Jesús, el amor de Dios, y ser partícipes del Espíritu Santo de Dios. Sólo hay un Dios en este versículo, el Padre, y sólo hay dos personas mencionadas, el Padre y el Hijo. No hay trinidad en 1 Corintios 13:14. Si queremos encontrar evidencia de la Trinidad en la Biblia, debemos buscar en otra parte.

Irónicamente, este texto es puesto como “la bendición apostólica”, como si esta fuese la forma común de las cartas de los apóstoles. Ésta sólo se utiliza una vez, sin embargo. Hay una frase mucho más comúnmente utilizada por los apóstoles, y que dice así: “Gracia sea a vosotros, y paz de Dios el Padre y de nuestro Señor Jesucristo” (Gálatas 1:3). Una frase muy similar a este se utiliza para comenzar 15 de las 21 cartas apostólicas. En cada uno de estos saludos se mencionan sólo dos personas, el Padre y su Hijo Jesucristo.

El hecho de que la trinidad deba ser apoyada, aferrándose a argumentos tan pobres como 1 Corintios 13:14 hace que la misma no sea tan recomendable. Si Dios quería que creyésemos que Él es una trinidad de tres personas, podría haberlo explicado fácilmente en la Biblia, pero nunca lo hizo. En cambio, los hombres han formulado teorías y creencias para definir a Dios mediante el uso de un lenguaje que es totalmente ajeno a la Biblia. Sería mucho mejor que nosotros dejemos que la palabra de Dios hable por sí misma, y dejar la definición de “Dios” de la manera en que Dios la dejó en su Palabra.

“Más para nosotros sólo hay un Dios, el Padre, de quien son todas las cosas, y nosotros en Él; y un Señor, Jesucristo, por el cual son todas las cosas, y nosotros por Él” (1 Corintios 8: 6).

Efesios 4:30

“Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual estáis sellados para el día de la redención”.

Algunos sostienen que, dado que el Espíritu Santo de Dios puede ser entristecido, que éste debe ser una persona independiente. Esto no es una conclusión necesaria, ni lógica. Daniel escribió: “Yo Daniel, fui turbado en mi espíritu en medio de mi cuerpo, y las visiones de mi cabeza me asombraron” (Daniel 7:15). El espíritu de Daniel se entristeció, pero dudo que alguien estaría dispuesto a sugerir que el espíritu de Daniel era una persona separada y distinta de Daniel.

Efesios 4:30 en realidad demuestra que el Espíritu Santo pertenece a una persona. El texto dice: “…el Espíritu Santo de Dios”. El Espíritu Santo es el Espíritu de Dios, es el propio Espíritu de Dios. Los traductores optaron por interpretar πνευμα το αγιον en este versículo como “Espíritu santo”, con letra minúscula en “santo”, a pesar de que esta frase griega se utiliza otras 18 veces en el Nuevo Testamento y siempre se tradujo como “el Espíritu Santo.” Este texto demuestra que el término “Espíritu Santo” no es un nombre de una persona, sino una descripción del Espíritu de Dios. La palabra Inglés “Fantasma” es una mala traducción de la palabra griega πνευμα. “Espíritu” es una mejor traducción que evita la idea no bíblica de un fantasma sin cuerpo de una persona muerta. La Biblia dice: “Los muertos nada saben” (Eclesiastés 9:6). La palabra “santo” es un adjetivo para describir al Espíritu de Dios.

De la misma forma en que el espíritu atormentado de Daniel no era una persona separada, el Espíritu Santo de Dios no es una persona separada de Dios.

Filipenses 2:6

“El cual, siendo en forma de Dios, no tuvo por usurpación el ser igual a Dios”

Este texto demuestra la divinidad de Cristo al decir que Él era en forma de Dios. Esto prueba que Jesús es igual a su Padre por naturaleza. El resto del texto es utilizado por algunos para tratar de probar que Jesús es exactamente igual a su Padre en todos los aspectos. Sin embargo, los siguientes versículos muestran que Él no es exactamente igual a su Padre en todos los aspectos. Dos versículos más adelante leemos: “y hallado en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:8). En este texto se nos dice que Jesús murió y si Él era exactamente igual a su Padre, en todos los aspectos, esto no podría pasar ya que el Padre no puede morir (1 Timoteo 6:16). Esto muestra una desigualdad entre el Hijo y el Padre.

El siguiente versículo dice: “Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre” (Filipenses 2:9). Aquí, el Padre exaltó grandemente a su hijo y le dio un nombre excelente, algo que no podría suceder si fueran iguales en todos los aspectos. (Para una explicación más detallada de esto, por favor lea la respuesta a Juan 5:17, 18.)

Entonces, ¿qué quiere decir cuando dice que Jesús “no estimó el ser igual a Dios”? La versión Inglés Standard dice: “…no tomó en cuenta igualdad con Dios como cosa a que aferrarse”. Jesús no buscó hacerse igual a su Padre. No deseaba una posición más alta, pero en su lugar se humilló para hacerse hombre y morir por los pecados de todos nosotros. Satanás tiene el deseo contrario. Él dijo: “Sobre las alturas de las nubes subiré; y seré semejante al Altísimo” (Isaías 14:14).

Filipenses 2:6 muestra la humildad de Cristo y su satisfacción al aceptar la posición que su Padre le dio. Jesucristo es igual a su Padre por naturaleza, pero Él no es absolutamente igual en autoridad. Jesús dijo: “Mi Padre es mayor que yo” (Juan 14:28).

Colosenses 2:9

“Porque en Él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad”.

Este texto es tomado, por algunos, para probar que Jesús es el Dios Altísimo y que es completamente igual a su Padre. Sin embargo, unos pocos versículos antes, leemos: “por cuanto agradó al Padre que en Él habitase toda plenitud” (Colosenses 1:19). Aquí nos encontramos con que la plenitud de la Deidad habita en Cristo gracias a su Padre, lo que muestra que el Padre es mayor en autoridad que su Hijo.

La palabra “Deidad” se utiliza aquí y en otros dos versículos en la Biblia de la siguiente manera: “Porque las cosas invisibles de Él, su eterno poder y Divinidad, son claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por las cosas que son hechas; así que no tienen excusa”  (Romanos 1:20). “Porque en Él vivimos, y nos movemos, y somos; como también algunos de vuestros poetas dijeron: Porque también linaje suyo somos. Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos de pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte e imaginación de hombres” (Hechos 17:28, 29).

A algunas personas se les ha hecho creer que la palabra “Deidad” es una especie de nombre de familia que incluye a un grupo de tres personas, sin embargo, cuando analizamos la forma en que se utiliza el término en la Biblia, nos encontramos con que “su” y “él” están asociados con la palabra Deidad. También leemos: “Mas quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón; y el varón es la cabeza de la mujer; y Dios la cabeza de Cristo” (1 Corintios 11:3).

Dios, el Padre, es la cabeza, y por lo tanto Él es el Dios. No hay ningún caso en la Biblia donde se haga referencia tanto al Padre como al Hijo colectivamente como “de él”, “él” o “su”. De la Divinidad se habla como de una sola persona y no hay ninguna indicación en la Biblia que ésta sea más de una persona.

Sin embargo, si ese es el caso, ¿por qué la Biblia dice que en Cristo habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad? Ya hemos visto que esta plenitud habita en Cristo como resultado de la decisión de su Padre. La Biblia dice: “De manera que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no imputándole sus pecados, y nos encomendó a nosotros la palabra de la reconciliación” (2 Corintios 5:19). Jesús dijo: “el Padre que mora en mí, Él hace las obras.” (Juan 14:10). La plenitud de la Deidad, o la plenitud del Padre, mora en Cristo.

Esto no debería ser extraño ya que la Biblia dice que usted puede “conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento; para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios” (Efesios 3:19). Si podemos ser llenos de toda la plenitud de Dios, entonces no hay que sorprenderse al leer que Jesús está lleno de toda la plenitud de la Deidad (el Padre). Juan el Bautista dijo de él: “Porque el que Dios envió habla las palabras de Dios, pues Dios no le da el Espíritu por medida” (Juan 3:34). Al Hijo de Dios se le ha dado el Espíritu del Padre sin medida y en consecuencia, tiene toda la plenitud de la Deidad habitando en Él.

Colosenses 2:9 de ninguna manera prueba que Jesús es el Dios Altísimo, ni que la palabra “Deidad” es un título que incluye a Jesús como parte de la misma.

Hebreos 7:1-3

“Porque este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, el cual salió a recibir a Abraham que volvía de la matanza de los reyes, y le bendijo, a quien asimismo dio Abraham los diezmos de todo; cuyo nombre significa primeramente Rey de justicia, y luego también Rey de Salem, que es, Rey de paz; sin padre, sin madre, sin genealogía; que ni tiene principio de días, ni fin de vida, sino hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre”.

Algunos han utilizado este versículo en un intento de demostrar que Jesús no tiene “origen” o “principio de días,” sin embargo, parecen pasar por alto algunos elementos muy importantes de este texto.

Todo lo que este versículo dice acerca de Cristo también lo dice acerca de Melquisedec. Melquisedec era un ser humano ordinario que era sacerdote y rey. Si este versículo demuestra que Cristo no tuvo principio, entonces también demuestra lo mismo con respecto a Melquisedec.

¿Estaba Pablo tratando de enseñar alguna nueva y extraña doctrina sobre Melquisedec? Si usted lee el contexto descubre que Pablo estaba demostrando la superioridad del sacerdocio de Cristo con respecto al sacerdocio levítico. Este fue todo su propósito al mencionar la genealogía de Melquisedec. Se requerían sacerdotes levitas para demostrar que su genealogía se remonta a Levi, sin embargo Melquisedec estaba exento de este requisito. No hay datos bíblicos que muestren la genealogía de Melquisedec. Este es el punto que Pablo estaba enfatizando cuando afirmó que Melquisedec era sin padre, madre, u origen.

Unos pocos versículos después, Pablo escribió de Melquisedec, “Mas Aquél cuya genealogía no es contada entre ellos, tomó de Abraham los diezmos, y bendijo al que tenía las promesas. Y sin contradicción alguna, el menor es bendecido por el mayor” (Hebreos 7:6, 7). Aquí Pablo habla del origen de Melquisedec. Melquisedec tuvo un origen literal pero no fue registrado en la Escritura y ciertamente no provino de Levi. Según Pablo, el origen de Levi fue inferior al de Melquisedec, mostrando así, que el sacerdocio de Cristo es superior al de Levi.

Este es el propósito de lo que Pablo escribió en Hebreos 7. Él no estaba en lo absoluto indicando que Melquisedec o Cristo no tuvieran un padre literal, o un origen o principio de días. En cambio, Pablo declaró que ni Melquisedec ni Cristo provenían del linaje de Levi.

Si tomamos los escritos de Pablo literalmente aquí para concluir que ni Cristo ni Melquisedec tenían un padre, entonces pondríamos a Pablo en contradicción directa consigo mismo, con Jesucristo, y con el resto del testimonio de la Escritura acerca del Padre de Cristo. Si Pablo estaba tratando de enseñar en Hebreos capítulo 7 que Jesús no tenía padre, entonces todo su primer capítulo estaría privado de sentido. El capítulo 1 de Hebreos es utilizado completamente por Pablo para demostrar la realidad de Cristo como el Hijo de Dios y de Dios como su Padre.

Lamentablemente, cuando los trinitarios utilizan Hebreos 7 para tratar de probar que Jesús es “sin principio de días”, sólo se centran en esta frase. Esta frase no demuestra ese hecho. Jesús tiene literalmente un Padre y literalmente tuvo un principio cuando “fue engendrado” antes de los collados” (Proverbios 8:24, 25). Lo que Jesús no tiene, es un origen levítico.

1 Juan 5:7

“Porque tres son los que dan testimonio en el cielo, el Padre, el Verbo, y el Espíritu Santo; y estos tres son uno. Y tres son los que dan testimonio en la tierra; el Espíritu, el agua, y la sangre; y estos tres concuerdan en uno”.

Este es uno de los textos preferidos utilizados para apoyar la teoría de que Dios se compone de tres personas separadas. Este versículo dice que “tres son los que dan testimonio en el cielo”. La pregunta que debe hacerse es, “¿tres qué?” Los Trinitarios y los Triteistas asumen que “hay tres [personas, seres o incluso tres dioses]”, pero eso no es lo que el texto dice. Sólo dice “hay tres”.

Cuando leemos el versículo siguiente nos encontramos con una declaración muy similar. Dice: “Y tres son los que dan testimonio en la tierra; el Espíritu, el agua, y la sangre; y estos tres concuerdan en uno”  (1 Juan 5:8). Nuevamente leemos de tres, pero en lugar de dar “testimonio en el cielo,” ellos “dan testimonio en la tierra”. Las palabras “testificar” y “atestiguar” vienen de la misma palabra griega en la misma forma, y ​​deben ser traducidas por igual.

El versículo 8 dice: “tres son los que dan testimonio en la tierra.” Una vez más debemos preguntarnos “¿tres qué?” ¿Hay tres personas? ¿Tres seres? ¿Tres Dioses? A partir del contexto encontramos que no puede ser ninguno de ellos. El versículo dice que estos tres son “el Espíritu”, “el agua”, y “la sangre”. El versículo 6 explica cuáles son éstos, cuando dice: ““Éste es el que vino mediante agua y sangre, Jesucristo; no mediante agua solamente, sino mediante agua y sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu es la verdad” (1 Juan 5:6).

A partir de este versículo encontramos que dos de los tres — el agua y la sangre — no pueden ser personas y que sin embargo, dan testimonio en la tierra. Juan mencionó este texto en el contexto donde él está probando que Jesús es el Hijo de Dios. El versículo anterior dice: “¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?” (1 Juan 5:5). Unos versículos más adelante Juan escribió: “El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso; porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado de su Hijo” (1 Juan 5:10).

Juan nos informó que el Espíritu, el agua y la sangre atestiguan para ayudar a probar el punto de que Jesús es el Hijo de Dios. Cuando Juan el Bautista vio al Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma en el bautismo de Cristo, éste dio testimonio de que Jesús es el Hijo de Dios. Él lo relató de esta manera, “Y Juan dio testimonio, diciendo: Vi al Espíritu descender del cielo como paloma, y reposar sobre Él; y yo no le conocía; mas el que me envió a bautizar en agua, Éste me dijo: Sobre quien vieres descender el Espíritu, y que permanece sobre Él, Éste es el que bautiza con el Espíritu Santo. Y yo le vi, y he dado testimonio de que Éste es el Hijo de Dios” (Juan 1:32-34). He aquí una forma en que el Espíritu atestiguó que Jesús es el Hijo de Dios. El Espíritu también se da para guiarnos a toda verdad, dando testimonio a nuestro espíritu. (Juan 16:13; Romanos 8:16).

El agua atestiguó de la misma forma ya que en el bautismo de Cristo, fue la primera vez que Él declaró públicamente que era el Hijo de Dios. Cuando la sangre de Cristo fue derramada en el Calvario también testificó que Él era el Hijo de Dios. La Biblia dice con respecto a la muerte de Cristo, “Y el centurión y los que estaban con él guardando a Jesús, visto el terremoto, y las cosas que habían sido hechas, temieron en gran manera, y dijeron: Verdaderamente Éste era el Hijo de Dios”  (Mateo 27:54).

Aquí nos encontramos con que el Espíritu, el agua y la sangre, todos dan testimonio en la tierra sobre el hecho de que Jesús es verdaderamente el Hijo de Dios y hacen esto a pesar de que no son tres personas. Si los tres que dan testimonio en la tierra no son personas individuales separadas, entonces no hay ninguna garantía de que los tres que dan testimonio en el cielo son tres personas separadas. Además, el versículo 8 nos ayuda a entender cómo es que los tres en el cielo son uno. El versículo 8 dice, “estos tres concuerdan en uno”, o en otras palabras, el testimonio que llevan es el que está en armonía. Así que no es que el agua, la sangre, y el Espíritu sean uno, sino el testimonio que llevan es el que es uno. Esto también es cierto con respecto al versículo anterior: el testimonio del Padre, del Verbo y el Espíritu es el mismo testimonio. Todos ellos dan testimonio de que Jesús es el Hijo de Dios y su testimonio es armonioso.

¿Cómo es que el Padre da testimonio en el cielo? Si un ser celestial desea tener acceso directo al Padre que está sentado en un trono, el Padre personalmente daría fe de que Jesús es el Hijo de Dios. El Hijo de Dios también da testimonio de la misma manera, Él se sienta personalmente en un trono en el cielo. Y el Espíritu Santo da testimonio en el cielo de la misma manera que da testimonio en la tierra; el da testimonio a nuestro espíritu. En el cielo este mismo Espíritu puede dar testimonio a un ser celestial, incluso si no está físicamente de pie delante del trono de Dios. Y estos tres testimonios están en perfecta armonía.

Parece que los trinitarios leen 1 Juan 5:7 insertándole tres palabras para que diga algo como esto: “Porque hay tres Personas que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estas tres Personas son un solo Dios“. Pero eso no es lo que dice el texto. 1 de Juan 5:7* [Nota: * Primera de Juan 5:7 se encuentra en muy pocas traducciones de la Biblia debido a su naturaleza cuestionable. “Ahora se sostiene, generalmente, que este pasaje llamado el Gomma Johanneum, es un comentario que se deslizó en el texto del Antiguo Latina y la Vulgata en una fecha temprana y que encontró su camino en el texto griego, hasta los siglos 15 y 16” (A Catholic Commentary on Holy Scripture, Thomas Nelson and Sons, 1951, página 1186). Clarke dice: “De los ciento trece manuscritos, el texto no aparece en ciento doce. Éste no aparece en ningún MS. antes del siglo décimo. Y la primera vez que el texto aparece en griego, es en la traducción griega de los hechos del Consejo de Letrán, celebrado el año 1215 “(Comentario de Clarke de 1 Juan 5, y declaraciones del final del capítulo)], no prueba que haya tres personas en un solo Dios. La única manera de que podamos encontrar una trinidad en este versículo es añadiendo tres palabras a la Biblia. Si queremos encontrar evidencia en la Biblia de que Dios se compone de tres personas debemos buscar en otra parte.

1 Juan 5:20

“Y sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Éste es el verdadero Dios, y la vida eterna”.

Este versículo es a veces citado como conteniendo pruebas concluyentes de una trinidad y de la deidad suprema de Cristo. Se afirma que a Cristo se le llama “el verdadero Dios y la vida eterna.”

El término “verdadero Dios” se usa tres veces en el Nuevo Testamento. El hecho de examinar los otros dos usos nos ayudaría a obtener una mejor comprensión de lo que Juan estaba tratando de decir.

Pablo escribió: “porque ellos mismos cuentan de nosotros de qué manera nos recibisteis; y de cómo os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar del cielo a su Hijo, al cual resucitó de los muertos; a Jesús, el cual nos libró de la ira que ha de venir” (1 Tesalonicenses 1: 9, 10). Es obvio que en este versículo el término “Dios verdadero” se aplica al Padre solamente. Leamos el versículo que resta sobre este punto.

“Estas cosas habló Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha venido; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo también te glorifique a ti”…“Y ésta es la vida eterna: Que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo a quien tú has enviado” (Juan 17: 1, 3).

Este texto arroja más luz sobre el tema, ya que pone una limitación en el término “Dios verdadero”. De acuerdo con Jesús, sólo hay un “verdadero Dios”, al que él se refiere como “Padre”. Esto significa que Cristo no pudo ser conocido como “el verdadero Dios”, y si así fuera, estaría en contradicción con las propias palabras de Cristo referidas por Juan. Ya que Juan es el autor del otro texto en cuestión, es muy poco probable que Juan haya contradicho directamente lo que él escribió un poco antes.

Por otra parte, la palabra griega αληθινον que fue traducida como verdadero “contrasta realidades con sus semejanzas” (Léxico griego de Thayer). La misma palabra griega se usa en Hebreos 8:2, arrojando luz sobre este tema. El escritor de Hebreos contrastó el santuario que Moisés recibió la orden de construir en la tierra, con el santuario en el cielo, mediante el uso de la misma palabra griega. De Cristo, escribió, “ministro del santuario, y del verdadero tabernáculo que el Señor levantó, y no el hombre”  (Hebreos 8:2). El tabernáculo en la tierra no era un falso tabernáculo, ni tampoco era el original, era una semejanza del original que está en el cielo y del que se habla en el libro de Apocalipsis y en otros lugares. El tabernáculo original se distingue de su semejante al usar la palabra “verdadero”.

Con este entendimiento en mente, podemos damos cuenta de que Cristo no es el Dios original o “verdadero” — Él es “la imagen de Dios”, “la imagen del Dios invisible”, y “la imagen expresa de su sustancia” (2 Corintios 4:4; Colosenses 1:15; Hebreos 1:3). Una imagen no es el original, sino que siempre se refiere a una semejanza o duplicación de la original. Cristo es el Hijo de Dios y por lo tanto, la imagen de su padre. Sería incorrecto decir que el Padre es la imagen de su Hijo porque el Padre es el original. De la misma manera, sería incorrecto referirse a Cristo como el Dios verdadero y original, ya que Él es la imagen del Dios verdadero.

A medida que nos remontamos a 1 Juan 5:20, encontramos que Dios el Padre, es el tema del versículo. Juan dice que Jesús vino a darnos “un entendimiento, para que podamos conocer al que es verdadero”, después él dice: “Este es el Dios verdadero y la vida eterna”. Este concepto es el mismo concepto que se resalta en Juan 17:3. Jesús dijo: “… esta es la vida eterna: que te conozcan…el único Dios verdadero, y a Jesucristo…”.

La gramática griega de 1 Juan 5:20 podría hacer que el término “Dios verdadero” se aplique ya sea al Padre o al Hijo y con base en el testimonio de la Escritura, éste debe referirse solo al Padre. Note lo que Robertson tiene que decir acerca de este versículo: “Gramaticalmente ουτος puede referirse a Jesucristo o “al Verdadero”. Es un poco tautológico que se refiriera a Dios, pero es probablemente correcta, Dios en Cristo, en todo caso” (Robertson’s New Testament Word Pictures sobre 1 Juan 5:20).

Un teólogo escribió: “Una persona debe estar fuertemente aferrada a una teoría para poder leer este verso y no ver la diferencia contenida en ella, entre el verdadero Dios y el Hijo de Dios. ‘Somos en el que es verdad’. ¿Cómo? ‘En su Hijo Jesucristo’. La distinción entre Cristo y el verdadero Dios se muestra más claramente por las propias palabras del Salvador en Juan 17:3: “Que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado “(Joseph Harvey Waggoner, La Expiación, página 168).

A Jesús nunca se le llama “el Dios verdadero”. Hay versículos en la Biblia que se refieren a Cristo como “Dios”, pero este no es uno de ellos. (Véase Juan 1:1; Hebreos 1:8, etc.)

Apocalipsis 1:4, 5

“Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia sea a vosotros, y paz del que es y que era y que ha de venir, y de los siete Espíritus que están delante de su trono; y de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y príncipe de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre”.

Algunos han pensado que este es un saludo de la trinidad, argumentando que el que está en el trono es el Padre, el Espíritu Santo está delante de su trono, y que Jesucristo completa la trinidad. El Espíritu Santo no está específicamente mencionado aquí, sin embargo. El texto dice más bien, “los siete espíritus que están delante de su trono.” Esta es una extraña declaración si se ve desde una perspectiva trinitaria. Si se está refiriendo al Espíritu Santo, por qué se le llama “siete espíritus”, y por qué se dice que está ante el trono de Dios en vez de estar en el trono?

Estas preguntas han desconcertado a los comentaristas bíblicos trinitarias que parecen estar divididos en dos categorías principales: los que creen que esto hace referencia al Espíritu Santo, y los que creen que se refiere a los ángeles de Dios.

Algunos sostienen que Isaías 11:2 proporciona una prueba de que al Espíritu de Dios se le llama de una manera multifacética, lo que explica que su Espíritu puede ser llamado “los siete espíritus.”

Existe además, datos bíblicos que apoyan la idea de que el término “siete espíritus” se refiere a los ángeles de Dios. Juan escribió: “Y miré; y, he aquí, en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, que son los siete Espíritus de Dios enviados a toda la tierra” (Apocalipsis 5:6). Los siete ojos son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra.

El escritor de Hebreos dice: “Y, ¿a cuál de los ángeles dijo jamás: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies? ¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de salvación?” (Hebreos 1:13, 14). Los ángeles de Dios son espíritus ministradores, enviados para ministrar. El número siete representa lo completo, y podría referirse a la hueste completa de los ángeles celestiales.

Los siete Espíritus están delante del trono de Dios. Juan también vio que “todos los ángeles estaban alrededor del trono” (Apocalipsis 7:11). Juan “oyó la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y el número de ellos era millones de millones” (Apocalipsis 5:11). Muchos ángeles rodean el trono de Dios. Los siete Espíritus que están delante del trono de Dios han sido interpretados, por algunos, como la multitud de ángeles que son espíritus ministradores enviados a toda la tierra.

Los siete espíritus también son llamados “los siete ojos” del Señor. Zacarías escribió con respecto a los ojos del Señor: “Porque los que menospreciaron el día de las pequeñeces se alegrarán, y verán la plomada en la mano de Zorobabel. Estos siete [Refiriéndose a Zacarías 4:9] son los ojos de Jehová que recorren por toda la tierra” (Zacarías 4:10). En el contexto inmediato de esta declaración, a Zacarías se le dio una visión de dos olivos que vacían aceite de oro fuera de sí mismos en los siete candeleros y que  “son las siete iglesias” (Apocalipsis 1:20). Un ángel le dijo a Zacarías que los dos olivos, “son los dos ungidos que están delante del Señor de toda la tierra” (Zacarías 4:14). Estos son los dos ángeles ungidos representados por los dos ángeles del Arca de la Alianza que cubrían el propiciatorio (Éxodo 25:18-22). Los siete ojos que recorren toda la tierra pueden hacer referencia a la multitud de ángeles celestiales.

Vemos el mismo lenguaje empleado en el segundo libro de Crónicas: “Porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para mostrarse poderoso a los que tienen corazón perfecto para con Él. Locamente has hecho en esto; porque de aquí en adelante habrá guerras contra ti” (2 Crónicas 16:9). Un ángel de la guarda protege a cada uno de nosotros. Dios dijo: “Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos” (Salmos 91:11).

Tenga en cuenta que con este punto de vista, los ángeles no son literalmente sólo un par de ojos de Dios. Él no ocupa que ellos observen todas las cosas que suceden en la tierra. Él lo sabe todo ya, pero ha dado a sus ángeles un trabajo que realizar, lo que incluye la vigilancia de lo que ocurre en esta tierra y además de ayudar a los necesitados.

Algunos trinitarios se han opuesto a la idea de que los “siete espíritus” son ángeles, ya que la gracia y la paz se dice que provienen de ellos. Ellos también ven como inusual que Juan mencione al Padre, al Hijo y a sus ángeles sin mencionar el Espíritu Santo. Una gran parte de esta preocupación es su idea preconcebida de que Dios es una trinidad. Juan no se vio obstaculizado por esta idea, por lo que no se privó de incluir a los ángeles. Pablo hizo lo mismo cuando escribió: “Te exhorto delante de Dios y del Señor Jesucristo, y de sus ángeles escogidos, a que guardes estas cosas sin prejuicios, que nada hagas con parcialidad” (1 Timoteo 5:21). Pablo no tuvo problemas al incluir a los ángeles y de excluir una supuesta tercera persona de la trinidad. Pablo no podría haber imaginado nada con respecto a una tercera persona, ya que la trinidad todavía no se había inventado.

La doctrina de la trinidad fue formulada casi cuatro siglos más tarde por la iglesia católica (Manual para el Católico de hoy, en la página 16). Para una historia completa de esta doctrina, así como una explicación del por qué saber la verdad acerca de Dios es importante, por favor póngase en contacto con nosotros y solicite los libros titulados, el Amor de Dios Puesto en Tela de Juicio, y La Formulación de la Doctrina de la Trinidad.

Independientemente del punto de vista que se tome acerca de “los siete espíritus que están delante del” trono de Dios, Apocalipsis 1:4 ciertamente no prueba que Dios sea una trinidad.

Conclusión

Hemos examinado todos los versículos más comúnmente utilizados para probar que Dios es una trinidad de personas, y se encontró que ninguno de ellos realmente prueba esta doctrina. Hay otros versículos que se citan para apoyar la doctrina de la trinidad, pero ninguno es tan convincente como los que ya hemos estudiado. Si Dios quería que creamos que Él es una trinidad, es Él quien debía decirnos. Pero en lugar de eso nos dijo que “hay un solo Dios; y no hay otro fuera de él”, “Dios Padre”, que es “el único y verdadero Dios” (Marcos 12:32; Juan 6:27; 17:3). Yo elijo creerle a Dios antes que a los hombres. Yo deseo que tú hagas lo mismo. “Sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso!” (Romanos 3:4).