Por Henry Méndez
¿Recuerdas la primera vez que viste a tu hijo minutos luego de haber nacido o incluso antes de que este naciera? ¿Qué sentimientos corrieron por tu mente mientras lo contemplaba? ¿Lo veías hermoso o no te parecía tan atractivo? ¿Verdad que a nuestro parecer era el bebé más hermoso del mundo? ¿Tuviste que hacer algún esfuerzo para amarlo? Estoy seguro que no, porque a los hijos se aman naturalmente.
Un hijo no tiene que hacer absolutamente nada para que lo amemos, es más puede portarse mal y aun así lo seguimos amando. Para los que somos padres podemos entender el sacrificio infinito hecho en la cruz del Calvario donde colgaba aquel que algún momento en la eternidad había salido del Padre. ¡Cuánto amor fue manifestado allí!
Se cuenta la fábula de la lechuza que desesperada porque el águila andaba cazando polluelos se le acerca y le suplica que por favor no se coma al suyo. El águila un poco asombrado le pregunta a la lechuza que cómo haría el para reconocer a su polluelo mientras anduviera cazando. Ella le dijo que simplemente se fijara en el polluelo más hermoso de todos, que ese era su hijo. El águila aceptó y salió en busca de su presa. Mientras sobrevolaba los cielos veía que todos los polluelos eran feos a su vista y estaba confundido. Pero al llegar al nido de la lechuza vio que este polluelo sobrepasaba a todos los demás. ¡Era horrible! El águila, por lo tanto, ya un poco desesperada optó por comerse a este ya que al menos tendría la seguridad de cumplir su promesa. Sí apreciado lector, los hijos son hermosos y por eso Dios pide a Abrahán sacrificar lo que él más amaba. No le pidió que sacrificara a su esposa ni ninguna otra de sus muchas pertenecías.
El amor hacia la pareja es muy diferente al amor hacia nuestros hijos. Los hijos se aman con el sentimiento mientras que a la pareja se ama con la razón. Para amar a la pareja hay que luchar día con día y no porque los sentimientos nos llevan a ello sino porque la razón nos dice que es nuestra pareja y que es la que va a estar con nosotros hasta que la muerte nos separe. Los hijos crecerán y llegará el día cuando termine nuestra tarea de educarlos y se los entregaremos a alguien más. La pareja seguirá con nosotros y nos acompañará hasta el final.
Cuando tomes la decisión de amar a tu pareja, comenzarás a notar como los defectos comienzan a tener otra apariencia. Ahora parece que la comida en realidad no está tan mal, ella en realidad no está tan obesa y si juntos comienzan a alimentarse conforme al propósito de Dios ella se pondrá hermosa nuevamente. Lo más emocionante, sin embargo, es que cuando comiences a cambiar te darás cuenta que ella está cambiando también. Ya te dedica más tiempo y ya no es tan celosa. Ahora no se preocupa solamente de sus hijos sino que te atiende de buena forma. En menos de lo que te imaginas tu hogar estará rodeado de una atmósfera celestial y el amor del único Dios verdadero habitará en tu hogar. Que Dios te ayude y que tu hogar sea un pedacito de cielo acá en la tierra.